De pequeño escuchaba las historias de Gila y todavía hoy recuerdo algunos pasajes de memoria, sobre todo sus monólogos sobre la guerra.
El pasado jueves en el Congreso de los Diputados, durante la votación del envío de tropas al Líbano, me vinieron al recuerdo algunas de sus mejores frases.
Debatir sobre si los soldados van a la guerra de verdad o de mentira, si es una paz y no deben llevar pistolas ni rifles, si voto sí, pero lo hago cabreado... me recuerda a algo tan cómico como cuando a Gila le enviaban seis cañones, dos de ellos sin agujero y tiraba con la bala por fuera, o si no tenían armas mataban al enemigo a sustos.
Sirva este recuerdo infantil sobre Gila para ilustrar el bajísimo nivel político general para realizar determinadas críticas e intercambio de opiniones.
Lo del jueves pasado sería cómico si no fuera en serio. El nivel del debate político supera cualquier parodia desde hace tiempo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de septiembre de 2006