En lo que toca a la inmigración irregular, aventurarse a especular con los números es terreno abonado para los errores de bulto, y más si se opta por comparar bases estadísticas diferentes, tal y como realiza la edición de su periódico el pasado 24 de septiembre. En la infografía se comparan, así, sin más cautelas, el número de empadronados extranjeros con el de tarjetas de residencia en vigor, dando como resultado una cifra que es completamente ficticia y por ello inverosímil pero que se nos traslada a los lectores hasta diferenciada por continentes.
Dejando a un lado que el padrón incluye un volumen significativo de personas que no viven en España y también probables duplicidades, la información ha convertido de un plumazo en sin papeles a los asilados y refugiados, a los estudiantes extranjeros, a las personas que se encuentran en proceso de renovación de su documentación, a los trabajadores temporeros y a muchos comunitarios que han optado por no gestionar su autorización en nuestro país. Nada más y nada menos que a varios cientos de miles de personas que no disponen de tarjeta de residencia pero que viven en una situación de perfecta legalidad (con papeles).
Sorprendentemente nada de ello se ha tenido en cuenta, cuando hubiera bastado con una sencilla consulta a cualquier experto, hasta aficionado como es mi caso, o incluso a la hemeroteca más reciente de su propio periódico, para no incurrir en semejante e inexplicable error.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de septiembre de 2006