Cuando Curro Díaz se abrió de capa, parte de la afición madrileña marcaba un silencio de expectación. Perdió el toro las manos en los lances, y en la soberbia media cayó al suelo. Genuflexo bajo el caballo, provocó palmas y pitos de protesta, y el presidente calentó el ambiente sacando el blanco. No le disgustaba el inválido a Curro y lo citó en el tercio, muy tranquilo, dejándole descanso, llamando a distancia. Componía con empaque, pero el toro, ni caso, y al menor descuido se iba a la arena. Aun así dos trincheras de lujo y una estocada algo caída, que en mejores tardes le escamoteara triunfos. Su segundo, un grandote casi cinqueño, se revolvía y punteaba el capote; no quería ir al caballo pese a que el diestro se lo señalaba en los capotazos con un dedo, pero el animal miraba hacia otro lado y no había forma de hacerse con él. Se acercó al fin, dobló las manos y el respetable se desgañitaba con el presidente en revoltijo de protestas que incluían toro, cuadrilla y picador. Cuando recibió la muleta se coreaba ya "fuera del palco". Los nervios acumulados por anteriores flojeras se desataron en éste, que, con peligro sordo, sembró el desconcierto. Lástima, porque Díaz, muy torero, lo estaba metiendo en el canasto. Dos naturales despaciosos y se fue al acero. Hay más que maneras en este diestro. El día que le embista uno...
El Sierro / Díaz, García, Bolívar
Toros de El Sierro, flojos y bien presentados; 1º inválido; 2º y 4º muy flojos y mansurrones; 3º noble, justo de fuerzas; 5º manso; 6º devuelto y cambiado por un sobrero de Torres Gallego, bravo y aplaudido en el arrastre. Curro Díaz: estocada atravesada y caída (silencio); estocada caída (saludos protestados). Iván García: cuatro pinchazos -aviso- y un descabello (silencio); casi entera y un descabello (silencio). Luis Bolívar: pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); bajonazo (vuelta). Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. 2ª de feria. Tres cuartos de entrada.
El respetable se desgañitaba con el presidente en un revoltijo de protestas
Galopaba, distraído, el primero de Iván, topaba el capote y, en cuanto humilló, perdió las manos. García prendió dos pares fáciles, jugueteando. La cosa prometía y cuando lo citó en las rayas ya había silencio: tres estatuarios y uno por bajo en el recibo y el mutismo se rompió: ¡gol del Atleti! A partir de aquello el toro se rajó, se inició el murmullo y la gente volvió a su charloteo. En su segundo picó Héctor García, tapando la salida, en diversos lugares del lomo y durante toda la faena, entre acometidas y derrotes, un mazazo de languidez se hizo con la tarde.
Luis Bolívar tiene un capote insistente y variado. A su lote le instrumentó verónicas y medias ceñidas, ganando terreno. También una larga cambiada de rodillas y dos chicuelinas en el centro del anillo. En un quite al segundo, dio dos lances cambiados, muy ajustados, que escalofriaron a la afición. Se fue en su primero a los medios, y lo citó de lejos, aguantando -deslavazado, la muleta oblicua- las embestidas nobles, justas de fuerza, con más valor y empeño que calidad en el pase. Su segundo, un sobrero castaño y veleto de Torres Gallego, levantó la esperanza en las gradas: bien picado por Alcón, bien banderilleado por Calvo y Navarro, bien lidiado por Yesteras, que lo llevaba a una mano, se rehabilitaron los aplausos y cambió el signo de la tarde. También cambió sus dos de recibo Bolívar en el centro del anillo. Y también cambió el toro, que rompió a bueno y permitió al diestro sacar series de naturales ligadas y varios derechazos de mérito que encendieron los focos de la plaza. Se adornó con manoletinas y, tras clavar bajonazo, dio la vuelta al ruedo. En el arrastre, al fin, se aplaudió un toro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de octubre de 2006