Suelo estar de acuerdo con el radicalismo de Vicenç Navarro, pero esta vez discrepo de alguna de las opiniones de su artículo Recuperar o corregir la memoria histórica (EL PAÍS, 21 de septiembre).
A mí me parece correcto que, como estipula el proyecto de ley, no se citen "los nombres o instituciones [esto se podría matizar] responsables de tales actos", en muchos casos, claros asesinatos de gentes de izquierda. Y ello por dos poderosas razones: la primera, porque sería costosísimo en todos los sentidos de la palabra cualquier indagación seria; y la segunda y más importante, porque esto sí que abriría heridas. Todo esto lo digo no sólo por sentido común, sino por experiencia. Acabo de publicar Crónicas rachelas, libro donde dedico un trabajado capítulo a la represión en un pueblo burgalés de 1.500 habitantes: nueve fusilados, cuando en Covarrubias la izquierda no había atentado contra nadie, ni contra propiedades ajenas. Sólo había habido insultos y amenazas.
Aun habiendo tenido un exquisito cuidado en las formas y expresado mi convicción de que el principal responsable fue el comandante del puesto de la Guardia Civil, ajeno al pueblo, dos familias se han disgustado, y lo siento porque son amigos míos; pero en todo caso, nadie me ha retirado el saludo.
Repárese moralmente -lo que no plantea problemas jurídicos- la memoria de tantísima buena gente ferozmente represaliada y dejemos que descansen en paz -pocos supervivientes quedarán- los represores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de octubre de 2006