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Fútbol | Selecciones autonómicas

La fuerza de un simbolismo

Es habitual que, ante cualquier hecho más o menos relevante, tendamos a buscar no sólo unos antecedentes, sino también similitudes en el pasado. Lo cierto es que el Catalunya-Euskadi de hoy es absolutamente diferente a los partidos que en otras épocas enfrentaron a ambas selecciones. Ciertamente, compitieron en diversas ocasiones en la década de 1910 en encuentros que correspondían a la Copa Príncipe de Asturias o en otros. Era ésa una época en la que el peso de la federaciones llamadas regionales era muy importante y no existía todavía la selección española.

Pese al enorme potencial deportivo de Catalunya, la reivindicación de un perfil deportivo propio no figuraba aún en la agenda de los dirigentes deportivos catalanes de la época, aunque empezaba a gestarse. De hecho, comenzaba entonces la nacionalización futbolística, como muestra la creación de la selección española, en 1920, con motivo de los Juegos Olímpicos de Amberes o la organización del primer Campeonato del Mundo, en 1930. Una selección, por cierto, formada exclusivamente por jugadores de equipos vascos, catalanes y gallegos. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) acabó con los primeros intentos de dotar a Catalunya de estructuras deportivas propias, tendencia que impuso absolutamente el franquismo, que sólo permitió que selecciones catalanas o barcelonesas compitieran en encuentros amistosos, generalmente de carácter benéfico, como el que en 1971 reunió en San Mamés a Catalunya y el País Vasco.

En la transición, la cuestión cayó en el olvido, a excepción de un encuentro en 1976 entre Catalunya y URSS, que sí que tuvo connotaciones especiales y que incluso algunos vieron como "más que un partido". Pero sólo fue una excepción hasta que un amplio movimiento reivindicativo, consecuencia en parte del sabor agridulce que dejaron los Juegos Olímpicos de 1992, reactivó la presencia de la selección catalana de fútbol entendida como una selección nacional. Es el ciclo que comenzó en 1997 con un encuentro ante Bulgaria y que siguió su ritual anual con algunos rivales de peso, como Brasil. En este contexto, la cita de hoy adquiere una nueva dimensión, ya que el gancho simbólico está precisamente en jugar contra una selección que tiene el mismo problema de reconocimiento que Catalunya. La idea no es nueva. En otros deportes hay abundantes Catalunya-Euskadi, en algunos casos incluso como puesta de largo de selecciones catalanas. Ante el atractivo deportivo y simbólico del partido de hoy, uno se pregunta por qué no se organizó antes.

Carles Santacana es historiador.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de octubre de 2006