Tengo miedo de decir "mecachis en la mar" porque quizá se me echen encimas los ecologistas o una cofradía de pescadores. Tengo reparo en decir "se va a liar la gorda" por si ese mensaje atenta contra la dignidad de algunas personas o de la Pasarela Cibeles. Me voy a buscar un abogado la próxima vez que se me ocurra cantar en la ducha Dulce locura de La Oreja de Van Gogh por si la SGAE echa la puerta abajo.
Me parece muy pintoresca tanta susceptibilidad frente a determinadas expresiones escritas, de celebración popular, de dicción, de humor gráfico o bien de insinuación involuntaria en la vida cotidiana.
Dentro de poco cuando estornude me podrán demandar por contaminación bacteriana, o bien, en el próximo SMS que le escriba a mi novia le diré: "Me encantas chica goonie", y esperaré la llamada de Spielberg para que me cobre los derechos de autor. Abrazos en el codo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de octubre de 2006