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NO FUNCIONA

Señales que confunden

"En mi opinión, la señalización en las calles de Barcelona es sangrante. Lo peor es la entrada a las rondas, en las que no se indican puntos geográficos reconocibles para los turistas y no residentes en Barcelona, como pondrían ser Francia, Girona, Lleida, Tarragona, Valencia, Madrid, etcétera. En cambio, hay que decidir en unos segundos entre ir dirección Llobregat o dirección Besòs. Para cualquier turista y en ocasiones incluso para los residentes, eso es imposible de entender y fuente de multitud de dudas, equivocaciones y maniobras peligrosas". La carta procede de Miguel O., un lector que considera que la función de las señales de tráfico no es la de sumir al conductor en dudas metafísicas.

La señalización de las rondas barcelonesas son cosa del Ayuntamiento de Barcelona. Es el gerente del área de movilidad, Àngel López, quien da las explicaciones de por qué en esas vías pone lo que pone y deja de poner tantas otras cosas que el lector reclama.

"Las rondas son una calle más de Barcelona, de modo que la señalización que se ha establecido en ellas es para usuarios habituales que, supuestamente, son residentes en la ciudad o en sus inmediaciones y que se mueven por el área metropolitana". López explica que se indica dónde está Tarragona en la plaza de Espanya, por ejemplo, porque ése sí es un punto de orientación, pero no las rondas. Es su opinión, abiertamente opuesta a la de Miguel O. y a la de muchos otros conductores consultados al respecto, entre ellos Sebastián G., que también se dirigió a esta sección en relación con la rotulación de tráfico. Un turista, dice López, no debería meterse en las rondas. Un turista, dice, va al centro y ahí se llega por otras vías y del centro tampoco se sale por las rondas. Sebastián G. discrepa del gerente de movilidad con un argumento simple: "Decir que las rondas son una calle más de Barcelona tiene poco que ver con el uso ordinario de la palabra calle".

Para quejas en esta sección se pueden dirigir a Catalunya@elpais.es a la atención de Francesc Arroyo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de octubre de 2006