Las cuentas de España con el exterior presentan un agujero de 52.505 millones de euros. Ésa es la diferencia entre los capitales que salen hacia el extranjero y los que el país recibe, una brecha que ha aumentado el 32% entre enero y julio de este año. El crecimiento de las importaciones, que avanzan más que las exportaciones, y la caída de los ingresos por turismo justifican en gran medida este deterioro.
El déficit exterior es, junto a la inflación, el principal punto débil de la economía española. La demanda interna se nutre en buena parte de productos, servicios y financiación del exterior, algo que, según los expertos, evidencia la falta de competitividad de los productos españoles. En todo caso, el aumento galopante de este déficit en los tres últimos años comienza a apaciguarse. De crecer un 50% el año pasado ahora avanza un 32%, según los datos de la balanza de pagos hasta julio que hizo ayer públicos el Banco de España.
Gran parte de este desajuste deriva de la diferencia entre importaciones y exportaciones. Las primeras crecen a mayor ritmo (un 14%), aunque las exportaciones empiezan a ganar ritmo, con crecimientos del 11,3%. Es previsible que en los próximos meses las diferencias se acorten, pues hasta julio los precios del petróleo registraron niveles muy elevados, pero a partir de ese mes comenzaron a desacelerarse. El crudo es uno de los principales elementos de la factura con el exterior.
También influye la pérdida de vigor de la balanza que recoge los datos del turismo, la única con superávit. El excedente de este apartado se deteriora por dos motivos: los turistas gastan menos en sus viajes a España y en cambio los españoles salen cada vez más al extranjero. Esa tendencia ha reducido el superávit un 7,4% hasta julio.
Como España recurre al ahorro exterior para financiar su expansión económica, se deteriora también la balanza de rentas, que recoge entre otros elementos los pagos de intereses por ese capital prestado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de octubre de 2006