He recibido con agradable sorpresa la noticia de que Suiza está obligando a algunos bancos a devolver las fortunas que dictadores y gobernantes corruptos robaron de las arcas públicas en numerosos países. Dicha noticia pone en evidencia una vez más la imperiosa necesidad de auditar las deudas externas que pesan sobre las economías de los países empobrecidos.
A nadie escapa que la deuda externa está impidiendo que se destinen más recursos a la lucha contra la pobreza (los países del Sur se ven obligados a destinar porcentajes importantes de sus presupuestos al pago de la deuda, en detrimento de gastos sociales y otras inversiones públicas). Como tampoco se nos debería escapar el hecho de que buena parte de la deuda externa se ha generado y multiplicado de forma ilegítima, incluso ilegal. Personajes como Mobutu, Marcos, Duvalier o Montesinos, a la vez que desviaban fondos a los bancos de Suiza, incrementaban de forma sustancial las deudas que ahora están pagando los pueblos de Congo, Filipinas, Haití o Perú. Los que prestaron, y siguen prestando, sin importarles a quién o qué están financiando, deben asumir también la responsabilidad de este sobreendeudamiento ilegítimo y sus consecuencias.
Auditar las deudas que generaron estos dictadores, o mejor, auditar todas las deudas que los países del Sur supuestamente deben a los del Norte, nos ayudará a esclarecer hasta qué punto el dinero prestado fue invertido de forma correcta o permanece en paraísos fiscales, y nos facilitará enormemente la restitución de los fondos a quien realmente pertenecen, los pueblos del Sur.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de octubre de 2006