El cementerio de La Almudena, en La Elipa, es como un pueblo grande habitado de muertos. Se trata de la primera necrópolis de España: para hacerse una idea de lo inmenso del recinto basta imaginar el parque del Retiro cubierto de cruces y tumbas. A Este y a los otros 12 camposantos de la capital acudieron ayer miles de madrileños para honrar a sus muertos.
Los receptáculos para convertirse en polvo de La Almudena varían en función del dinero que se tuvo en vida: mausoleo, panteón, sepultura, nicho y columbario. Unos son individuales, las urnas de cenizas, y los demás pueden ser colectivos; un nicho contiene a menudo restos distintos, porque a los diez años de la inhumación se pueden reducir los restos al mero hueso y hacer hueco. Las fosas comunes fueron cerradas en 1982, cuando se decidió que los restos no reclamados al terminar la concesión (el alquiler) serían quemados.
Una sepultura a perpetuidad cuesta 4.349 euros. Por ese dinero se adquiere una concesión de 99 años sobre un espacio de tres metros de profundidad, 2,30 de largo y 0,80 de ancho. El nicho sale a 724 euros por diez años, y 1.890 euros a perpetuidad. La cremación es otra opción ya común: de las 28.497 personas que fallecieron en la capital el año pasado, 8.397 fueron incineradas (un 29,5%).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de noviembre de 2006