Cuando terminé la EGB, la mitad de mis compañeros empezó a estudiar Formación Profesional. Todos encontraron trabajo antes de los que fuimos al instituto, salvo uno que siguió hasta sacar el título de ingeniero. Si hubiéramos encerrado a esos chavales en las actuales aulas de la ESO, los hubiéramos convertido en alumnos amargados y conflictivos, sin oficio ni beneficio (ni título ni formación).
Señores legisladores, sería interesante que los institutos dejaran de ser un lugar al que se va a perder el tiempo seis horas al día, de los 12 a los 16 años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de noviembre de 2006