Los pocos franceses que amenizan su desayuno con la cadena de televisión Public Sénat, que emite programas relacionados con la Asamblea Nacional y el Senado, debieron sentirse ayer decepcionados. La promesa del primer ministro Dominique de Villepin de retransmitir en directo el Consejo de Ministros, no se materializó. Las seis cámaras de esta emisora sí que entraron en el hotel de Matignon, la sede del Ejecutivo, pero los espectadores no se enteraron de ninguno de los secretos que semanalmente discuten quienes les gobiernan. Se tuvieron que contentar con un aburrido comité interministerial sobre Europa, centrado, eso sí, en un tema popular: el gran apagón europeo del pasado sábado.
Empujado por el calor del debate que mantienen los tres aspirantes a la candidatura socialista a la presidencia de Francia, Villepin se apuntó a la idea lanzada por Ségolène Royal, partidaria de instaurar una democracia participativa, y se mostró "favorable" a la idea de "Consejos de Ministros televisados". Olvidaba que, por ley, los ministros están obligados -de hecho juran hacerlo cuando toman posesión- a guardar silencio sobre lo que se trata en el Consejo.
Al presidente Jacques Chirac -que se hallaba en China en viaje oficial- debieron silbarle las orejas porque, inmediatamente, desautorizó la idea de Villepin, que tuvo que conformarse con un simple comité interministerial. Algo que ya había hecho su predecesor, Jean-Pierre Raffarin, por dos veces: en marzo de 2003 sobre seguridad vial, y en junio de aquel mismo año sobre desarrollo sostenible.
Tal vez por eso, ayer, lo primero que hizo el primer ministro fue negar la mayor. "En ningún momento he pensado en abrir el Consejo de Ministros a las cámaras", explicó, "lo que dije es que algún día, tal vez, un Consejo de Ministros sería abierto a los franceses".
El foro sobre temas europeos se celebra mensualmente en el hotel de Matignon con presencia de nueve ministros con responsabilidades en materia internacional o económica. Y la retransmisión no desveló ni confrontación ni demasiada complicación. La reunión se atuvo a lo que se supone es su modelo clásico -muy poco televisivo, pese a las seis cámaras- consistente en largas y tediosas intervenciones de cada uno de los ministros, intercaladas por la entrada en juego de Villepin cambiando de tercio.
El primer ministro explicó que el episodio que el pasado sábado dejó a oscuras a cinco millones de franceses y otros tantos europeos ilustra la urgencia de la construcción de una Europa de la energía. Eso sí, los franceses pudieron descubrir que el titular de Exteriores, Philippe Douste-Blazy, no sabía que las redes europeas están interconectadas y que, por tanto, un incidente en Alemania puede repercutir en Francia o en España.
Los espectadores también pudieron recrearse en la contemplación de la sala del hotel de Matignon en la que se celebraba la reunión -que no es la que acoge el Consejo de Ministros- decorada con grandes tapices. Y el lenguaje corporal de los ministros, muy distinto del que muestran cuando se dirigen a los medios de comunicación: en torno a una mesa de cristal completamente desnuda, a excepción de un único teléfono móvil, parecían rígidos y envarados, y se dirigían forzadas fórmulas de cortesía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de noviembre de 2006