La ministra de Sanidad, Elena Salgado, ha sido una digna aspirante a la dirección general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) tras pasar la primera criba en la que quedaron eliminados figuras tan afamadas como el francés Bernard Kouchner. El puesto ha recaído en la doctora china Margaret Chan, que partía como uno de los grandes favoritos junto al secretario de Salud mexicano, Julio Frenk. Salgado contaba con la desventaja de no ser médico y carecer de experiencia en un organismo internacional a diferencia de la mayoría de los 11 aspirantes. A su favor tenía el buen sabor de boca que dejó su labor como presidenta de la Asamblea Mundial de la Salud el año pasado, así como el reconocimiento en la institución que tiene sede en Ginebra de la política antitabaquista emprendida desde su departamento y ahora cuestionada por algunos gobiernos autonómicos.
La candidatura no suscitó el rechazo de los partidos, incluido el PP, lo que en sí constituía un elemento positivo en el panorama crispado de la política nacional. Salgado confesó ayer que siempre había creído que sería muy difícil resultar elegida. La mayoría de los candidatos comenzó la carrera electoral antes. Fue ella quien decidió presentarse al cargo tras proponérselo una colega europea, y así se lo comunicó a Zapatero el pasado verano. En el aire queda la sospecha de que el jefe del Gobierno aceptó encantado, confiado en que así se podría desprender de una ministra incómoda por la firmeza que ha mostrado en la campaña contra el tabaco. Salgado hizo la semana pasada una gira por Asia en busca del voto antes de acudir a Ginebra. El PP le exige a la ministra que explique en el Congreso cómo fue financiada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de noviembre de 2006