Cuando llevas viviendo en una ciudad toda tu vida y tienes de serie teléfono, fijo y móvil, Internet, radio, carreteras, sanidad... no te puedes imaginar que todo esto te lo tienes que currar y mucho si de pronto te vas a vivir a un pueblo. En nuestro caso a un pueblo de la montaña de León, en el Bierzo. Salientes, perteneciente al Ayuntamiento de Palacios del Sil, es un lugar precioso, rodeado de montañas de 2.000 metros donde habitan corzos y osos, con mil rincones pintorescos por los que pasear. Aquí hemos rehabilitado un antiguo pajar para hacernos nuestra casa y estamos trabajando en el que será nuestro futuro medio de subsistencia, una casa rural.
En Madrid, nada más levantarme encendía la radio para escuchar las noticias; mientras salía del metro mandaba un SMS a mi madre; al llegar a la oficina abría Internet para revisar mi correo y echar un vistazo a los diarios digitales.
Todo eso ahora es ciencia-ficción. Aquí no hay cobertura para los móviles, Telefónica no pone más teléfonos porque para ello debería tender cableado nuevo y no le resulta económicamente rentable, no hay teléfono público, la cabina más cercana está a 17 kilómetros, del ADSL ni hablamos, la radio se escucha sólo de noche y mal, el médico viene una vez al mes, si hay suerte. Y todo eso ocurre en el siglo XXI, en un país de la UE. ¿No se habla en todas partes de desarrollo rural? ¿Por vivir en un pueblo somos ciudadanos de tercera? Hay vacas en España que están conectadas a Internet y muchos ciudadanos no tenemos acceso a él, ni siquiera algunos podemos hacer una llamada de teléfono. Cuando nuestra casa rural esté funcionando y nos llame un madrileño para reservar habitación para el fin de semana tendrá que venir la vecina con sus bastones a avisarnos de que tenemos una llamada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de noviembre de 2006