Tras contemplar horrorizado en televisión las imágenes del toro de Medinaceli escribí una carta de protesta al presidente de la Junta de Castilla y León a la cual recibí una inmediata, automática e impersonal respuesta donde se me indicaba que dicha tortura se ajusta a la legalidad vigente en esa comunidad autónoma. Por si algún lector no está informado de ese brutal espectáculo, un toro es atado por los cuernos, arrastrado hasta un pilar y atado e inmovilizado, para poder colocarle en la zona de la cabeza enormes bolas impregnadas de líquido inflamable que luego son encendidas.
Agradecí a la Junta de Castilla y León su aclaración y les recordé que también el "circo romano" cumplía con la legalidad en su tiempo y que me imagino desaprobarían hoy en día.
Somos la única especie que disfruta y obtiene placer martirizando, maltratando y matando a otras.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de noviembre de 2006