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Reportaje:

El milagro de Chica

El lateral del Espanyol sufrió una caída ante el Athletic que hizo temer lo peor y acabó en un esguince de cervicales

Aduriz, del Athletic, se agachó, le hizo lo que vulgarmente se conoce como la cama, y provocó que se diera de bruces contra el suelo. Se fue de cara al césped mientras que el cuerpo se le dobló de una forma antinatural. "Me toqué los pies con la parte de atrás de la cabeza", explica Javier Chica, lateral del Espanyol. Los gestos de dolor, los gritos ahogados, hicieron saltar las alarmas. "Desde el banquillo pensamos lo peor", reconoció ayer el cuerpo técnico blanquiazul. La fortuna, sin embargo, le hizo un guiño. Sólo se produjo un esguince cervical. Poca cosa para él, por lo visto, pues jugó los 80 minutos restantes del partido como si nada.

El susto fue tremendo. "Al caer escuché cómo me crujía todo el cuerpo. Pensaba que me había desmontado", dice Chica. Pero el doctor del Espanyol, Miquel Cervera, le tranquilizó nada más atenderle sobre el césped. "¿Te duele en la zona lumbar? Mejor, eso significa que como mucho tienes un esguince fuerte de cervicales", le dijo. "Ah, pues sigo jugando", contestó Chica. Aunque apostilla: "Si de verdad no hubiese podido jugar, hubiera pedido el cambio porque de lo contrario sería muy egoísta". Y jugó. Pero, concluido el partido, el dolor no remitía y optaron por llevarle a la clínica. Sus padres, sentados en la grada de Montjuïc, siguieron las noticias por la radio. Mientras su madre, Mari, lloraba desconsoladamente, su padre, Paco, fue a buscarle a la salida del vestuario para acompañarle. Pero el mejor apoyo fueron las palabras del médico. "Ha sido un milagro. El de arriba te ha echado una mano", le comentó. Pasada la noche, matizó: "Se podía haber hecho mucho daño. Pero como tiene la columna flexible y una fortaleza física envidiable, evitó una desgracia mayor".

En la clínica, tras las radiografías, le preguntaron si quería collarín. "Eso es muy aparatoso y quiero jugar el jueves en la UEFA", respondió. "No sé si se recuperará tan pronto. Quizá para el domingo", calculó Cervera. Chica no se queja, sabe que pudo ser mucho peor. "Me di cuenta de la gravedad cuando vi en mi móvil cientos de mensajes y llamadas perdidas", cuenta. De Aduriz, nada sabe.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de noviembre de 2006