Los ostentosos desencuentros entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el alcalde de la capital son observados con perplejidad en los mentideros políticos y sociales de toda España. La foto de Gorka Lejarcegi en la portada, ayer, de EL PAÍS es un retrato realista de las relaciones esquivas que ambos mantienen: ella, con estudiada sonrisa, susurra algo al alcalde; él, con talante de mastín en guardia, a medio camino entre el desdén y la cólera, mira a otro sitio y da la impresión de que puede ponerse a ladrar seriamente en cualquier momento.
En el horóscopo chino, Esperanza Aguirre (Madrid, 1952) es un dragón; Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 1958), un perro. Los entendidos en sinología aseguran que el perro nunca dará crédito al dragón ni a la cabra (en los signos del Zodiaco, la presidenta es Capricornio). El dragón puede ser peligroso y temerario cuando se le rechaza; el perro llega a ponerse intratable cuando se le enfada. Es decir, se trata de talantes incompatibles, aunque sean del mismo partido, aunque gobiernen en la misma Comunidad. Pero es que ahora se están fraguando las elecciones y no tendrán más remedio que aparecer juntos en multitud de actos e inauguraciones hasta el mes de mayo. Los fotógrafos y los tertulianos se van a poner las botas.
Si además se le ocurre a Ruiz-Gallardón replicar con una biografía autorizada e incisiva, vamos a tener diversión para rato. Aunque Esperanza Aguirre, por razones políticas, le haya pedido disculpas, en ningún momento se ha desdicho de lo que se dice en su biografía autorizada (que viene a ser lo mismo que una autobiografía). Y hay acusaciones muy serias contra el alcalde. Por ejemplo, que conocía con antelación la traición de dos diputados socialistas, aquel bochornoso espectáculo que impidió a Rafael Simancas convertirse en presidente de la Comunidad. Estas cosas deberían aclararse de una vez por todas.
Por lo demás, la presidenta y el alcalde tienen vidas paralelas (por mucho que se prolonguen nunca llegarán a encontrarse). Ambos son abogados y comenzaron como funcionarios públicos, siempre por las alturas, siempre juntos y distanciados. No se sabe cómo acabará la fábula del perro y el dragón.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de noviembre de 2006