La ciencia básica ha sido durante mucho tiempo dominio de las universidades y de otras entidades sin ánimo de lucro. El valor de la ciencia venía y viene determinado por la calidad del conocimiento creado y la explotación de la misma era dominio de ciertas empresas que raramente hacían sus propias investigaciones científicas. Esta situación ha cambiado, pues las universidades europeas, y también las españolas, patentan ahora sus descubrimientos, sus oficinas tecnológicas buscan activamente sus socios comerciales y muchas compañías y laboratorios llevan a cabo, solos o en colaboración con las universidades, la investigación científica, contratan licencias de nuevas tecnologías y transfieren los descubrimientos e ideas en oportunidades de productos específicos.
Los candidatos a master, por ejemplo, pueden realizar sus proyectos de investigación en las empresas adecuadas usando al mismo tiempo los laboratorios universitarios, descubriendo y creando de este modo nuevos talentos, que representan el capital del futuro. Esto ofrece a las universidades españolas nuevas oportunidades para ser el motor de la innovación y para abrir nuevas vías a la solución de problemas de envergadura como la despoblación y la sanidad.
Será preciso que este movimiento innovador se extienda a todas nuestras universidades para evitar que surjan universidades de dos clases, como está sucediendo ya en algunos países europeos, las universidades "elitistas" y las de "masas". ¿Quién quiere pertenecer a las últimas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de noviembre de 2006