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Crónica:44º FESTIVAL DE GIJÓN

'La línea recta' y la hora muerta

Noelia es una chica como otra cualquiera. Trabaja por las noches en una gasolinera y reparte publicidad en los buzones por las tardes. Ni siente, ni padece. No escucha música, no tiene aficiones, habla lo justo. Uno se sentiría tentado a afirmar que ocupa sus horas muertas construyendo ceniceros con viejas latas de refresco, si no fuera porque toda su existencia es como una dilatada y exasperante hora muerta. Noelia, interpretada por la debutante Aina Calpe con bressoniana economía expresiva, es la protagonista de La línea recta, ópera prima del realizador publicitario José María de Orbe y única película española a competición en la sección oficial del festival. Retrato desolador de un vacío generacional, mirada clínica a los habitantes invisibles de las ciudades, La línea recta sintoniza con el clima moral de Las horas del día, de Jaime Rosales, película que triunfó en la Semana de la Crítica de Cannes de 2003 y que produjo José María de Orbe. No obstante, La línea recta se revela más radical en su despojamiento narrativo, en su total asfixia de elementos dramáticos.

"Más que nunca, las ciudades son escaparates codificados que nos muestran lo que quieren que veamos", señala el director, "estoy convencido de que existe una violencia soterrada y una total falta de esperanza. Es algo que flota en el aire. La protagonista de la película es alguien que se mueve por instinto, que se comporta casi como un animal, que va huyendo porque se siente acosada por el trabajo y por la vida y no quiere dejarse atrapar".

Para José María de Orbe, la figura de Robert Bresson es antes un referente moral que estético. "Es una película sobre la corteza, pero si se mira con detalle se puede profundizar mucho en ella. Pero hay que tomarse el esfuerzo de profundizar".

El director ha escrito el guión junto al crítico Daniel V. Villamediana. "La película es el retrato de una soledad individual", señala Villamediana. "No quisimos mentir al espectador". Película marcada por el autismo espiritual de su personaje, La línea recta no se lo pone precisamente fácil al espectador, pero es uno de los trabajos más radicales e insobornables que se han visto en el certamen.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de noviembre de 2006