Ante el Día Mundial del Sida quiero proponer a las autoridades de la Iglesia católica la siguiente reflexión: el coito es para dar vida, no para propagar muerte.
La Iglesia está de acuerdo con la primera parte de esta proposición y la defiende a machamartillo en su guerra contra el aborto y el control de la natalidad por cualquiera de los métodos existentes. Pero, ¿qué pasa cuando el coito no engendra vida sino muerte, cuando lo que se transmite no es vida sino muerte? Los defensores de la vida tendrían que ser enemigos de la generación y transmisión de la muerte y apoyar todo lo que sea necesario para evitar la muerte por sida que transmiten unas personas a otras. En nombre de la afirmación de la vida y el rechazo de la muerte le pido a la Iglesia que acepte, como una medida para evitar esta muerte prematura, indebida y estúpida, el uso de los preservativos que hagan falta como medida para impedir la transmisión del sida, dado que está abundantemente demostrado que la abstención no funciona.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de diciembre de 2006