Descendiendo por la escalera de la corrupción en la Administración local, después de las del ladrillo y la taladradora, el tercer peldaño lo ocupa la que podíamos denominar corrupción de las transparencias, de menor importe pero no menos extendida. El invento consiste en lo siguiente: una empresa afín al partido político que gobierna se ofrece para mejorar el servicio municipal X. Semanas después, la concejalía correspondiente informa sobre la conveniencia de su contratación, y ésta se produce. El quehacer de la empresa contratada consistirá en convocar una serie de reuniones con los funcionarios que a priori desarrollarán después el trabajo y proyectarles en ellas varios juegos de transparencias sobre una pantalla blanca por la que desfilan propósitos irrealizables y entelequias operativas dispuestas en organigramas, flujos de flechas, cuadros, recuadros y diagramas de diverso tipo y condición; todo ello explicado de la manera más vaga e inconcreta posible. Una vez finalizadas las sesiones, la adjudicataria elabora un dossier de 200 páginas encuadernado con pastas de alto standing al que acompaña un CD muy cuidado. Naturalmente, ambas partes saben desde el primer momento que el susodicho dossier es inaplicable en el Ayuntamiento en cuestión, de manera que unos meses más tarde se hunden en un cajón los dos ejemplares de que consta el documento, cobra la empresa amiga y acaece el presunto reparto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de diciembre de 2006