¿Qué es lo que hace que cualquier imagen sea algo fascinante, poderoso?, ¿será, como dice Derrida, que la imagen tiene la última palabra? Y, de ser así, ¿qué correspondencias y qué dimensiones intransferibles hay entre palabra e imagen? Sobre este campo de interrogantes gravita la pintura que Pipo Hernández Rivero muestra en la galería Manuel Ojeda de Las Palmas de Gran Canaria.
Sus pinturas son desencuentros entre imágenes extraídas de un cine clásico más preocupado por la escenicidad que por la realidad y fragmentos de textos sobre arte contemporáneo que se inscriben como subtítulos fílmicos y conforman un marasmo verborreico. Lejos del llamado arte crítico, el pintor canario no emplea la colisión entre palabra e imagen mediática para denunciar las contradicciones de la sociedad sino para confrontarse con las contradicciones del propio arte, para explorar sus escasas posibilidades de representación en un mundo cada vez más irrepresentable.
PIPO HERNÁNDEZ RIVERO
'La sub-serie'
Galería Manuel Ojeda Buenos Aires, 3
Las Palmas de Gran Canaria
Hasta el 20 de diciembre
Podría decirse que el subtítulo es en estas pinturas un poco lo que el título de crédito en la de Edward Ruscha, un dispositivo fílmico de orden menor que él emplea para observar al fantasma cinematográfico desde sus contornos y para generar reenvíos de sentido entre una imagen que algunos ven como texto y una escritura que tiene una dimensión icónica. Todo está en otra parte. Pintura presente y ausente, asentada sobre unas pocas convenciones indigentes, en versión original subtitulada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de diciembre de 2006