El diputado de Fatah Mohamed Dahlan, de 45 años, cuenta, pese a su juventud, con una trayectoria política muy dilatada. Enfrentado a la vieja guardia de su partido -los veteranos dirigentes que regresaron en 1994 del exilio en Túnez, entre ellos Yasir Arafat-, Dahlan adoptó un perfil bajo tras el triunfo de Hamás en las elecciones legislativas del 25 de enero. Sin embargo, ahora el presidente, Mahmud Abbas, con quien también ha tenido sus más y sus menos, le ha reclamado para volver a dirigir en Gaza la Seguridad Preventiva, el cuerpo policial leal a Abbas que ya liderara a partir de 2003. Pocos tan capaces como este ex ministro cuando se trata de enfrentarse en las calles a las milicias islamistas. Natural de Jan Yunis, no repara en medios. Organizaciones de derechos humanos le imputan delitos de tortura en las dependencias policiales bajo su mando.
Odiado como nadie en Gaza por sus enemigos fundamentalistas, Dahlan soporta el estigma de la imputación más grave que puede recaer sobre un palestino. Sus encarnizados rivales de Hamás y Yihad Islámica le consideran un colaboracionista con Israel. Ha coordinado operaciones de seguridad con la CIA, y goza de prestigio en los círculos diplomáticos europeos y norteamericanos.
Recursos para comprar lealtades no le faltan. Cuentan en Gaza que en la aduana fronteriza de Karni, único paso de mercancías entre Israel y la franja, hace y deshace a su antojo. Aseguran muchos empresarios que los cargamentos de cualquier índole no cruzan si antes no pasa su cemento. Y cemento es, tal vez, lo único que sobra en la franja.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de diciembre de 2006