Diego L. B. tenía 20 meses, 15 de los cuales había pasado con una familia adoptiva en la localidad soriana de El Royo. Era septiembre de 2000, y un juez acababa de dictaminar que el bebé tenía que ser devuelto a su madre biológica, Margarita B., que sufría una enfermedad mental grave (trastorno bipolar) y estaba internada en un centro de Salamanca.
Así comenzó el periplo del niño de El Royo, que se prolongó cuatro años. Durante ese tiempo, los padres adoptivos, Raquel y Carlos, apoyados por sus vecinos del pueblo soriano, intentaron retener, sin éxito, la custodia del bebé. La Junta de Castilla y León pidió la retirada de la custodia a la madre e internó al niño en un centro de acogida en varias ocasiones por episodios de desatención. Creía imposible que los progenitores -el padre también sufría trastornos psicológicos- pudieran asumir la atención del pequeño. También la tía del niño, María Antonia, se encargó de su cuidado durante un corto periodo de tiempo. María Antonia renunció a su custodia, aseguró, por las presiones de Margarita, que no dejaba de asediar su casa para ver al niño. "Es un peligro público", dijo de la madre biológica.
Pero la justicia siempre terminó dando la razón a Margarita, que no consentía en separarse del niño. La última vez que los jueces se pronunciaron fue en mayo de 2004: "El vínculo afectivo entre madre e hijo está plenamente establecido" y, a pesar del trastorno bipolar, Margarita B. "está capacitada" para hacerse cargo del niño, dijo el juzgado.
Ésa fue una de las últimas veces en las que el niño de El Royo, que ya tenía cinco años, fue titular en la prensa. Entonces, Margarita dijo estar "centrada" en su marido, que seguía "preso en Alicante". Hoy, presumiblemente, el niño sigue con su madre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de diciembre de 2006