La Universidad en la que estudié hace más de cuarenta años era muy distinta a la de ahora. En el curso selectivo, que servía para todas las carreras de ciencias, las ingenierías y arquitectura, no había casi mujeres, como mucho un 5% o 6%, y así siguió durante toda mi carrera. Comparada esa época con la de los ochenta, cuando empecé a dar clases en Arquitectura, el cambio fue muy importante porque ya casi la mitad eran mujeres.
Los doctorados honoris causa se conceden a personajes con una dilatada carrera profesional, muy a menudo acercándose a la jubilación, y por lo tanto la proporción de mujeres con ese honor debe corresponderse con la proporción de estudiantes femeninos de aquella lejana época, no a la de la actual. Si además se tiene en cuenta que muchas mujeres de mi edad, con su carrera terminada, y brillantemente, abandonaron el trabajo para dedicarse a "sus labores", no es extraña la proporción que apareció recientemente en una noticia de EL PAÍS. Lo que sería verdaderamente grave es que esto siguiese ocurriendo dentro de 30 años. Y peor que se "obligase" por ley a buscar bajo las piedras a mujeres de mi edad sin méritos para "equilibrar" la proporción, desvalorizando el doctorado honoris causa. Si no hay más mujeres con méritos es porque proceden de una sociedad distinta de la de hoy. Esperemos que vaya cambiando poco a poco esta situación conforme van cambiando las generaciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de diciembre de 2006