Los pequeños ya han escrito su carta a los Reyes. Con más o menos maña se han ido encauzando sus deseos, a veces desorbitados por la cantidad, el coste, etcétera.
Pero saben muy bien lo que quieren, no lo duden.
Hay quien opina que se debe regalar el mismo tipo de regalo a niñas y a niños. Y así se reducen los regalos a juegos, libros, películas, en fin lo que a ellos les parece "a más a más" de lo que de verdad les hace ilusión: coches, muñecas, balones, en fin lo de siempre.
Hay quien opina que los Reyes deben regalar a los niños, en masculino, muñecos-bebés, para que se empiecen a hacer a la idea de que cuando sean padres, deberán atender a sus hijos como sus mujeres.
Desde luego se pueden encauzar los gustos, pero ¿tanto?
Recuerdo una escena de un día de Reyes en el que un niño, bastante pequeño, agarró un muñeco que habían traído a su hermana: en el tiempo de un suspiro le quitó la cabeza para ver qué había dentro. Ahora es investigador.
Dejemos a la naturaleza que siga sus cauces. Ya habrá tiempo para desarrollar la ternura poco a poco, pero no en la ficción de un juego, sino en la realidad del amor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de diciembre de 2006