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CARTAS AL DIRECTOR

Tolerancia para los que no creen

En respuesta al artículo de opinión de Timothy Garton Ash titulado Respetar a los creyentes, no las creencias (EL PAÍS, 23-12-2006), me parece estupenda la llamada a la tolerancia. Pero la tolerancia también tiene que ser para los que no creen. Por desgracia, los menos tolerados. Está más reconocido respetar otras creencias que respetar a quien descree de toda fe religiosa. Empleando el proverbio del articulista (una media verdad es toda una mentira), desearía que hubiese contemplado la otra mitad.

Es posible que nuestra civilización les deba cosas a las religiones. Pero ¿qué deben las religiones, qué deben las diferentes creencias cristianas actuales a tantas personas que se opusieron a su barbarie y, a menudo, fueron asesinadas, atormentadas, perseguidas por las instituciones religiosas? Sin personas como el Dr. Dawkins, a quien el articulista despacha sin el más mínimo análisis y sin apenas haber comprendido su trabajo y sus razones, el cristianismo sería una religión mucho peor.

Y no sólo es cosa del pasado. La continua deriva de las religiones institucionalizadas hacia el fundamentalismo, el ultraconservadurismo, el intento de dominar la vida social y política y el abuso de poder es un hecho actual (para muestra, basta observar el comportamiento de la Iglesia católica española) y sólo es contenida, "civilizada", por la continua crítica, oposición y denuncia de quienes trabajan por un mundo mejor.

En gran medida, las religiones dejaron sus prácticas inhumanas y bárbaras por las semillas de racionalidad y humanismo de nuestra civilización. Las religiones también deben mucho a nuestra civilización. Si las instituciones religiosas hubieran podido campar, sin freno, a sus anchas y dominarla, nuestra entera civilización resultaría una pesadilla tan grande como las atrocidades absolutistas que contempló el siglo XX. Respetemos a los creyentes y a los no creyentes, a todos los humanos, sin que los sentimientos navideños-disneysianos nos hagan perder la necesaria ecuanimidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de enero de 2007