Stéphane Lissner, director artístico de la Scala de Milán, ha dado marcha atrás. El Candide puesto en escena por Robert Carsen y estrenado hace 15 días en París ha vuelto a la programación. ¿Por qué? Según él porque, tras una conversación con Carsen, se han desvanecido lo que él veía como problemas: "los coristas, en París, bailan y eso no sería aceptado en Milán" y porque se han resuelto los elementos que hacían que "lo que en París resultaba evidente y divertido no tenía porque serlo en Italia". Claro, lo que está en cuestión no es la presencia, en bañador, de un Berlusconi borrachín. "Eso sería conocerme mal" dice Lissner.
Para Carsen, que ya ha trabajado en Milán y con Lissner, tampoco hay problema: "estaba previsto adaptar el espectáculo para la ciudad italiana, ni que tan sólo sea porque es preciso que Voltaire hable en italiano y no en francés". Los rumores atribuían el disgusto de Lissner a las morcillas añadidas por Carsen y su libretista. El director los disipa: "todos los textos adicionales son de Voltaire". En fin, que no hay problema de censura política ni tampoco compromiso final porque la Scala esté implicada económicamente en el proyecto. La solución definitiva del embrollo no la tendremos hasta que se presente en Milán el nuevo -idéntico o no al de París- montaje de la ópera de Leonard Bernstein.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de enero de 2007