Ban Ki-moon llegó ayer a la sede de las Naciones Unidas a pie y con la solución de la crisis de Darfur como una de las prioridades más inmediatas en el inicio de su mandato como secretario general. El conflicto en Oriente Próximo y las ambiciones nucleares de Irán y de Corea del Norte se encuentran también entre sus principales preocupaciones. Ban, que creó polémica en su estreno al evitar condenar el ahorcamiento de Sadam Husein, aprovechó para defender la acción colectiva como la vía para afrontar los grandes desafíos que afronta la humanidad en el nuevo siglo, como la lucha contra la pobreza o la amenaza del terrorismo.
"Ninguna persona sola, ni siquiera el secretario general de la ONU, y ningún país, por fuerte y poderoso que sea, puede afrontar solo" estos retos, reiteró Ban antes de ponerse a trabajar con sus asesores. El ex ministro surcoreano de Exteriores, que durante los próximos cinco años capitaneará la institución, dijo que Naciones Unidas "está más viva" y "fuerte" de lo que se cree a la hora de hacer frente a los problemas a los que se enfrenta el mundo. A partir de ahí, dijo que su atención se dirigirá de inmediato hacia Darfur, donde más de tres años de conflicto han dejado el trágico rastro de 200.000 muertes y más de 2,5 millones de desplazados.
La escalada de violencia en Irak es otros de los puntos de preocupación para Ban Ki-moon. Aunque al opinar sobre la ejecución del dictador Sadam Husein, el nuevo secretario general fue ambiguo y evitó condenar su ahorcamiento, a pesar de que la ONU se opone a la pena capital. "Sadam fue responsable de cometer crímenes horrendos y atrocidades inexplicables contra el pueblo de Irak. Nunca debemos olvidar a las víctimas de sus crímenes", dijo el secretario general, mientras dejaba claro que "la pena capital es algo que debe decidir cada Estado". En su país, Corea del Sur, la pena de muerte está en vigor, aunque se está considerando la posibilidad de abolirla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de enero de 2007