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CARTAS AL DIRECTOR

Un país sin algunos límites

Uno de los pilares de la buena educación consiste en establecer límites razonables y claros, y respetarlos. En una sociedad civilizada nos topamos cada día con límites; los hay para casi todo. Pero no para los beneficios inmobiliarios. Se controla con lupa el interés de las hipotecas (el chocolate del loro) pero se deja libre el precio de la vivienda.

Si se mira tanto el precio que el banco pone al dinero ¿por qué no el mismo rigor para el precio que el promotor pone a la vivienda? ¿Tiene sentido que los Bancos Centrales alambiquen el goteo del Euribor mientras el precio sobre el que se aplica está fuera de todo control?

El suelo y la vivienda viven en su burbuja, cómodamente aislados de la competencia feroz de la globalización, generando unas plusvalías desmesuradas que por un lado esclavizan de por vida a mucha gente y, por otro, se usan para arrollar, corromper y continuar la escalada. No se trata de volver al intervencionismo, sino de ser una sociedad con límites razonables para todos y que todos respeten.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de enero de 2007