En esta legislatura, podemos apreciar dos fases bastante diferenciadas en el comportamiento del Gobierno: una primera, en la que predominaron los hechos, y se cumplieron las expectativas, trabajando bien y hablando poco. Ejemplos de esto son la retirada de tropas de Irak, la Ley de Violencia de Género, la legalización de los matrimonios homosexuales o el Estatuto catalán.
Sin embargo, desde la declaración de alto el fuego aproximadamente, se ha iniciado una etapa de mucha palabrería y pocas soluciones, con una ley de educación que no alivia para nada la precariedad en la que se están sumergiendo los centros públicos, una Ley de Memoria Histórica que se queda corta, una tímida y pública negociación con ETA que no conduce a ningún sitio, pues lo que hace falta es decisión, coraje y asumir ciertos riesgos, y una pasividad en la intervención económica traducida en un superávit, que de cara a Europa es muy bonito, pero que para los ciudadanos es inservible, ya que, entre otras cosas, la vivienda sigue estando inaccesible y el retraso en I+D es cada vez más colosal, por citar dos casos paradigmáticos. Así que, o el Gobierno vuelve a alimentar con nueces los deseos de los españoles, o el ruido se convertirá en el estruendo de la caída electoral.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 19 de enero de 2007