El público de Buh!, la última obra de la compañía Berrobambán, apenas asoma la cabeza por encima de las butacas del Teatro Principal de Santiago de Compostela. Se muestra ruidoso a la entrada y participativo durante la función. A medio camino entre el resabio y la inocencia, capaces de tragarse la historia como real pero también de advertir las condiciones físicas de una actriz, los pequeños de 6 años llenaron las nueve representaciones consecutivas de Buh! en la capital gallega. Entre el 10 de enero y hoy, más de 1.000 niños han visto el trabajo de Berrobambán en la céntrica sala de Compostela. Después, Buh! girará por diversas localidades de Galicia, de Vigo a Ribadeo.
Para Paula Carballeira, directora de la obra, la diferencia entre hacer teatro para niños y para adultos reside "en una cuestión de lenguaje". Habla desde la experiencia: el anterior montaje de Berrobambán, Vendetta, iba dirigido a un público mayor. "Los referentes de los pequeños", explica, "tienen claves distintas de las de los adultos y hay que adaptarse a ellas". Por lo visto en las funciones de Buh!, Berrobambán consigue sus objetivos. El patio de butacas sigue la representación todo lo atento que puede permanecer un grupo de 100 niños de 6 años en una estancia oscura. Y el protagonista de la historia, interpretado por Chiqui Pereira, se adueña de él.
Buh! es un cuento protagonizado por el miedo. "Quisimos humanizar el miedo", comenta Carballeira, "demostrar que siempre está ahí y es necesario vivir con él y aprender de él". "El miedo le tiene miedo a no dar miedo", canta Chiqui Pereira, que lo personaliza en escena. El mecanismo de Berrobambán para quitarle hierro al asunto resulta, en el mundo teatral, tan viejo como eficaz: la nariz roja. "En Buh! nos acogemos, sobre todo, a las técnicas del clown mudo", argumenta la directora de la obra. Además de esa nariz roja, la música, la expresión corporal o el movimiento escénico caracterizan las armas del clown ante los espectadores. Según Carballeira, "el clown es un payaso inocente, que invoca los sentimientos más elementales, y por eso nos parece adecuado para hablarle a los niños". "Incluso se puede decir que remite a una cierta idea de pureza", remacha.
La ausencia total de diálogos no impide la implicación de los menudos espectadores. "Nuestra intención era que, partiendo de nuestra tradición, la obra fuese comprensible para todos los públicos", asegura Carballeira. La compañía ha representado sus anteriores montajes en lugares como Corea del Sur o Canadá.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de enero de 2007