"Si en Kosovo resolvemos el problema de una manera determinada, naturalmente ese enfoque, esa solución debe ser universal para poder ser aplicada a los otros casos análogos", señaló ayer el presidente ruso, Vladímir Putin. Moscú, que siempre ha tenido unas relaciones especiales con los serbios, sus "hermanos eslavos", se opone a la independencia de Kosovo y advierte que si en este caso se ignora el principio de integridad territorial, ello tendrá consecuencias negativas para otros países que tienen problemas con regiones separatistas.
"Si decimos 'no se puede hacer nada' y la comunidad internacional no desea hacer nada por el restablecimiento de la integridad territorial de Serbia, entonces otros pueblos también tienen derecho a decir: 'Nosotros entonces haremos lo mismo". Putin señaló que, aunque "la tentación es grande", piensa que "nadie está interesado en minar los cimientos de la estabilidad internacional". "Creo que si emprendemos ese camino, las consecuencias pueden ser graves", subrayó.
En ocasiones anteriores, Putin ya había manifestado que si se acepta la independencia de Kosovo, entonces también hay que aceptar la de otras regiones. Por supuesto, el líder ruso tiene en mente ante todo las autonomías separatistas que existen en el espacio pos-soviético, donde hay una serie de conflictos congelados. Se trata de regiones como Abjazia y Osetia del Sur -que formalmente pertenecen a Georgia, pero que hace ya más de una década que de hecho son independientes-, el Alto Karabaj y el Transdniéster. La mayoría de los abjazos y surosetios tienen la ciudadanía rusa y quisieran pasar a formar parte en el futuro de su gran vecino. El Alto Karabaj, que oficialmente pertenece a Azerbaiyán, sueña con integrarse en Armenia.
Putin se quejó de que "los vencedores en la guerra fría" ahora quieren trazar nuevas fronteras "a su gusto". "Esto es muy peligroso", añadió.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de enero de 2007