Ryszard Kapuscinski, uno de los mejores reporteros del siglo XX, falleció ayer en Varsovia a los 74 años tras una operación a la que fue sometido el sábado. Nacido en Pinsk, una ciudad de frontera cultural (antes polaca y ahora bielorrusa), en el seno de una familia humilde, supo entender el mundo en que vivió.
MÁS INFORMACIÓN
Nacer en Pinsk, ciudad de mezcolanza cultural y en el seno de una familia humilde, marcó la mirada del mundo y el oficio de Kapuscinski. Era difícil sustraerse al recuerdo de no haber tenido un par de buenos zapatos hasta llegar a la preadolescencia o no haber leído un libro hasta la edad de 12 años. Fue, como recordó más de una vez, una infancia difícil que le predispuso a ese periodismo ético que impregnó su obra y que se traducía en una máxima que repetía a menudo: "No se puede escribir de alguien con quien no has compartido como mínimo algún momento de su vida". Esa preocupación por los más desfavorecidos fue lo que le valió, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003.
Esa actitud y la práctica de un periodismo honesto -"se puede se escéptico, pero no cínico: el cinismo te aleja de la gente; los cínicos no sirven para este oficio"- guió su pluma, que fluyó tras acabar la carrera de Historia, en 1955.
Kapuscinski vivió con intensidad. Tras un primer viaje por la India y China, se instaló en África como corresponsal para todo el continente de la agencia polaca de noticias, labor que desarrolló entre 1959 y 1981 y que salpicó con estancias en Asia y América Latina, donde aprendió castellano, que hablaba perfectamente.
Su faceta de gacetillero la simultaneó con trabajos más extensos en revistas. En ellos, una irrepetible combinación de periodismo muy documentado -"para escribir una página se han de haber leído 100", aconsejaba-, una capacidad de análisis de las situaciones socioculturales típica del gran cronista y un estilo literario entre lo poético y la fabulación le permitieron granjearse el respeto de colegas como Gabriel García Márquez y el salto a publicaciones como Time, The New York Times, Frankfurter Allgemeine Zeitung y este mismo diario.
Kapuscinski era autor de 19 libros, de los que se han vendido un millón de ejemplares y que han sido traducidos a treinta idiomas. Entre ellos destacan El emperador, El sha (1987), El imperio (1994) y Ébano (1998). Eran el fruto de la mirada azul, transparente, de cejas sempiternamente enhiestas, de un hombre que vivió 27 revoluciones y escapó en cuatro ocasiones de la muerte. Ayer no lo logró.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de enero de 2007