Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Análisis:A LA PARRILLA

Ante todo, mucho 'karma'

Comisarías y hospitales, familias convencionales alborotadas y conflictos adolescentes en los institutos son los escenarios más socorridos para las series televisivas. Y los de mayor éxito. Valor seguro. Pero el panorama tiende a abrirse cada vez más, no sólo para alimentar los numerosos canales de las distintas plataformas, sino porque es uno de los pocos manjares que la franja de espectadores juveniles busca y degusta entre una sesión de chat y la siguiente.

Me llamo Earl se emite en La Sexta desde hace algunos meses. Un personaje de existencia algo marginal que tras un golpe de suerte decide desfazer sus fechorías y hacer el bien a cada uno de aquellos a los que antes hizo mal. Él lo llama cumplir su karma. Un hermano algo retrasado, una ex mujer guapa, fracasada y ambiciosa, varios amigos igual de pasotas y outsiders entran en juego en esta comedia que, si bien al principio desconcierta, tiene un punto de humor y buen rollo que llega a compensar.

Un karma muy distinto es el que se trae entre manos Big love (Canal +), el lado opuesto de Mujeres desesperadas. O quizá el complementario. En este caso se trata de un polígamo bien avenido. O casi. Un afable y atractivo hombre casado con tres guapas mujeres, con tres casas contiguas que mantener y siete hijos en total. El marido, Bill Henrickson, alterna las nocturnidades con cada una de ellas dos veces a la semana. Tiene un día de descanso. En teoría, el asunto funciona. Y en la práctica sólo hasta cierto punto. Hay que tener madera. Pero las exigencias de sus esposas están agotando el caudal de su pasión y debe acudir a los fármacos. Un entorno raramente religioso (no son exactamente mormones, que permiten la poligamia, pero son algo así) atenúa el acento en la trama sexual.

Situaciones atípicas y aparentemente forzadas que tienden a hacerse hasta más realistas y cercanas que muchos de los líos de asesinatos y persecuciones que saturan la pequeña pantalla. Y es que hasta para evadirse es mejor tomárselo con mucho karma.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de enero de 2007