Tras un sangriento fin de semana, en el que los grupos palestinos Hamás y Al Fatah no han cesado de matarse, herirse y secuestrarse, el primer ministro y líder islamista Ismail Haniya convocó ayer una reunión de urgencia de su Gobierno para lanzar un llamamiento de calma: "Nos dirigimos al pueblo para que mantenga la unidad nacional. Debemos intentar imponer el diálogo y el sentido común".
Pero hace tiempo que Haniya -al igual que su rival el presidente Mahmud Abbas- no controla la situación en las calles, dominadas por la sinrazón y las milicias cargadas de armas y ganas de venganza. Ayer, en Cisjordania hubo nuevos enfrentamientos, con cuatro muertos, una decena de heridos y 13 secuestros de milicianos de ambas facciones. A los brazos armados de Al Fatah y Hamás se han sumado los organismos de seguridad palestinos, identificados con Abbas, y la fuerza policial del Gobierno islamista. La población civil asiste a esta guerra interna, temerosa de salir a la calle.
Los 26 muertos de esta nueva explosión de violencia y la incapacidad de los líderes palestinos para imponer una tregua han servido para que entre en acción Arabia Saudí. El rey Abdulá invitó ayer a las facciones palestinas "a dialogar en La Meca, sin interferencias extranjeras". Hamás y Al Fatah se apresuraron anoche a aceptar la invitación saudí.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de enero de 2007