Programa, francés; chelista, lituano; director, inglés; orquesta, Babel gallega. Se sigue discutiendo si técnicamente la música es o no un lenguaje y, si lo es, es también lo que llaman el lenguaje universal. A los aficionados de verdad lo que les une es goce de la música en estado puro, como la que regalaron Judd, Geringas y la Sinfónica de Galicia en el concierto del jueves en A Coruña.
Hubo algún momento de esos en los que parece pararse el reloj por la belleza de la música. Fue una velada muy sugerente de imágenes y ambientes. La deliciosa Ma mère l'Oye: cinco piezas infantiles fue más contada que tocada: Así, se pudo sentir el rumor cuidadoso del sueño en la Pavana de La Bella Durmiente del Bosque, el temor y la determinación de Pulgarcito, los fastos orientales tan marciales de Laideronette, emperatriz de las pagodas, se vio bailar el vals a la Bella y la Bestia y se sintió el tacto de terciopelo del aire en El jardín de las hadas.
Los momentos de reloj parado fueron de David Geringas y su Guadagnini. Técnica prodigiosa: perfecta afinación, gran proyección del sonido incluso en pianissimos, distintos ataques de arco y pizzicatos. Sonido cálido y brillante, expresión sobria y rica, como requiere el concierto, Tout un monde lontain, de Dutilleux. Alta exigencia musical también para la orquesta; ésta y Judd, magníficos en su labor, mucho más sinfónica que de mero acompañamiento.
En la segunda parte, más paisajes; éstos a cargo de Debussy. Sobresalió del Preludio a la siesta de un fauno, con notables solos de flauta de Claudia Walker.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de febrero de 2007