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domingo, 11 de febrero de 2007

Real presidenta

Puede presumir de ser la primera mujer en romper el techo de cristal de las reales academias españolas. Miras preside la de farmacia desde enero. La fuerza de una bioquímica gallega.

Malén Aznárez 11 FEB 2007
Por primera vez en España, una mujer, la bioquímica María Teresa Miras, ha llegado a la presidencia de una academia nacional, la de Farmacia. No le preocupan las diferencias de género, ni los techos de cristal. Investiga enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer.

Ya van quedando pocas ocasiones en la sociedad española en las que se pueda decir que una mujer es la primera en llegar a algo. Las últimas décadas han sido pródigas en mujeres que conquistaban lugares y profesiones reservadas hasta entonces a los varones. Pero todavía persisten algunos reductos, y las academias nacionales, y más aún sus direcciones, son uno de ellos. Pero el tabú se ha roto. María Teresa Miras Portugal es, desde el 18 de enero, la presidenta de la Real Academia Nacional de Farmacia y primera mujer al frente de una de las ocho existentes.

Gallega de Carballino (Ourense), casada y con dos hijos, Miras, de 58 años, es la española que puede presumir a estas alturas del siglo XXI de haber conquistado un nuevo lugar al sol. De entrada deja claro que no se considera feminista, aunque reconoce "que tenemos mucho que agradecer al feminismo".

Doctora en Ciencias por la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo (Francia) y en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid, esta bioquímica miembro de la Society for Neurochemistry es, además de una reconocida investigadora, una persona tenaz y una trabajadora incansable. "Mano de hierro en guante de seda", en palabras de quienes la conocen bien.

Ha pasado la mañana como cualquier otro día trabajando en la Facultad de Veterinaria de la Complutense. Una facultad que se cae por los cuatro costados y en la que, al menos en el edificio principal, donde se encuentra el departamento de bioquímica y biología molecular que dirige, lo único que parece nuevo es el ascensor. Armarios archiveros desportillados por los pasillos, sillas desvencijadas apiladas, despachos pequeños, laboratorios atiborrados?

El contraste con su despacho es notable. No es moderno, lujoso, ni estupendo, pero todo aparece ordenado en funcionales muebles y librerías de madera reluciente. “Esto lo he pagado yo”, apunta Miras cuando le hago notar la diferencia.

Emana una sensación de mujer fuerte y se expresa con fuerza. Rubia de ojos claros, viste de sport, muy a la inglesa, pañuelo al cuello y chaqueta harris en la que destaca un broche de solapa: un fino zapato dorado de mujer de altísimo tacón. La melena corta y entreverada de alguna cana, muy natural pero con indicios de haber pasado recientemente por la peluquería, es quizá el único signo que indica que no es un día del montón. Y no lo es porque en unas horas esta catedrática e investigadora pasará a dirigir la Real Academia de Farmacia. Por eso su teléfono no deja de sonar y en la ventana reposa un cesto de azaleas con un gran lazo. Una de las llamadas es de otra académica, Carmen Iglesias, momento que Miras aprovecha para pedirle que salude en la Real Academia Española a sus escritores recientes más queridos, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte. “Diles que tienen fans en otras academias”.

Buena lectora de novela y poesía ?“los que disponemos de poco tiempo tenemos que ir a los trocitos de lectura. La poesía es corta, y sus imágenes, bellísimas”?, en sus conferencias suelen deslizarse citas de Maimónides, Cervantes, Quevedo o García Lorca. “Tenemos un lenguaje tan rico que deberíamos cuidarlo más y hacer hincapié en él como base para estructurar el pensamiento. Yo siempre he tenido pasión por Quevedo, es tan actual en ese sentido trágico de las cosas?”.

A escasas horas de convertirse en presidenta, ¿cuáles son sus sensaciones?

Quisiera decir que estoy nerviosísima, temblando, pero no. Estoy tranquila y serena porque no sólo voy a ser yo, sino un grupo de académicos con objetivos comunes los que vamos a ver cuáles son los problemas que tiene nuestra profesión con vistas al futuro, qué áreas de debate puede abrir la academia frente a los medicamentos, los estudios de farmacia, los problemas de la industria farmacéutica, la investigación básica en todas las áreas relacionadas con las ciencias de la vida y la salud? Y la ventaja es que hay gente muy diversa, lo que nos da la posibilidad de interpretar con muchísima mayor amplitud los problemas que se nos vienen encima.

Todo eso está muy bien, pero le preguntaba por sus sensaciones personales. Es difícil ya en cualquier situación decir “por primera vez”, y usted va a poder hacerlo.

La cuestión género no creo que sea una de las prioritarias en estos momentos, y lo digo honestamente porque tanto en los estudios de farmacia como en la facultad, o en la propia academia, no existen esas grandes diferencias ni esas cortapisas que se ponen a las mujeres. Siempre me he sentido uno más, y en estos momentos es como si estuviera hablando con un chico/a que tiene frente a sí una serie de retos, y el principal es adecuar la academia al siglo XXI. No veo que la cuestión género haya pesado en ningún momento en mis compañeros a la hora de votar a una mujer, porque yo era uno más. Todas las veces que he actuado en la academia ha sido en el mismo sentido, nunca he hecho gala de ser mujer. Tal vez la nuestra sea de las pocas ?somos cinco mujeres entre 44 académicos, aunque podría haber 50? donde la cuestión género no se ha suscitado, de hecho se presentaba otra mujer y un varón. Quizá lo que se ha planteado es quién podía, en estos momentos, ofrecer a la academia una cierta tranquilidad, una base científica muy sólida, más posibilidades de luchar, sentido del humor o aguantar situaciones complejas con una sonrisa.

No me refería a que en su elección haya podido influir el género, sino a que es un hecho histórico y eso plantea una reflexión. No negará que en las academias españolas las mujeres todavía entran con cuentagotas, y estamos hablando de la primera presidenta; le guste o no, eso le convierte en un hito.

Efectivamente soy la primera, pero no le doy importancia, alguna tenía que ser. Ha sucedido en Farmacia y en mi persona y estoy encantada, pero no creo que eso sea importante. Ya irán viniendo las demás, es cuestión de tiempo y dedicación porque hay que saber el precio que se paga. Yo estoy casada, tengo hijos, y no puedo decir que hago abstracción de todo lo demás para dedicarme sólo a mi profesión. De lo que se trata es de que las mujeres entren en las academias en igualdad con los hombres, como uno más. ¿Que soy la primera?, bien; ¿que dentro de poco habrá otra?, seguro; ¿que iremos aumentando?, es obvio, pero eso vendrá poco a poco. Las estructuras, cuanto más antiguas, y sobre todo cuando se las supone un valor social, están más acaparadas por los hombres porque a ellos ese mundo de las asociaciones y reuniones siempre les ha interesado. Las mujeres no sabemos asociarnos y a la hora de hacer presión no sabemos hacerla. Y aparte, quizá tampoco hemos dado demasiado valor a los oropeles o es que no nos dejaban llegar. Pero creo que es algo que está pasando a la historia.

Françoise Giroud decía que la igualdad entre sexos se conseguiría cuando una mujer incompetente sea elegida para un puesto de poder. ¿Ha llegado ese momento?

Si son escogidas a dedo, puede ser que sí; si son elegidas por votación entre sus compañeros, estoy segura de que no. Si hay que pelear por una votación, tienes que dejar muy claro dónde estás, lo que piensas, lo que ofreces. Y en ese punto, incompetentes ninguna, así de sencillo. En el mundo de la investigación y de la docencia, lo que se ha ganado la mujer se lo ha ganado a pulso, no es ningún regalo. Cuando la mujer llegue en determinadas situaciones al mismo número que los varones, tendremos la misma posición que ellos, no seremos ni mejores ni peores. Yo no me plantearía demasiado los techos de cristal porque van a romperse, por presión, por número y por valía personal.

Hay gente, especialmente si es joven, que piensa que las academias son algo obsoleto, estructuras apolilladas con poco contacto con la realidad. ¿Cómo ve la de Farmacia?

La Real Academia de Farmacia ha tenido mucha suerte porque el último presidente, Juan Manuel Reol ?que hizo toda la reforma de la Ley del Medicamento?, la puso en contacto con la realidad social y cultural. Su página web tiene dos millones y medio de visitantes al año; tenemos cantidad de sesiones dedicadas a la actualidad de los medicamentos, algunas en contacto con la industria, o para tratar el último problema que surge, por ejemplo la gripe aviar, por citar uno. Las conferencias pueden ser seguidas en directo por la página web y todas las líneas se cubren. De apolillada nada. Dicho esto, es obvio que la gente llega a las academias a cierta edad después de haber demostrado mucho y con una mente lúcida para realizar trabajos, pero el tiempo es inexorable y nos va dejando a todos en peor estado. Pero ahora está llegando gente muy joven con una labor atrás y una vitalidad excepcional, y a mí me sigue maravillando su capacidad. Hay una renovación muy rápida, pero se hace con gente de cierta edad, yo tengo 58 años?

Antes hablaba de retos, ¿cuál es el suyo como presidenta?

Mi reto es que seamos conscientes de que la academia tiene que estar plenamente integrada en la sociedad y ser punto de referencia para algunas cuestiones delicadas, como los nuevos medicamentos y sus efectos secundarios, y también estar abierta a todos los colectivos que tengan algo que decir en ese sentido. Me gustaría que tuviera presencia en la vida pública del país, pero desde la sensatez y una palabra comprometida y seria, además de fomentar muchísimo toda la comunicación on line.

Se declara agnóstica y avanzada en política. Es lo máximo que confiesa en el terreno personal, aunque se explaya un poco más en lo relativo a la vida familiar. Casada con un catedrático de Geometría Diferencial de la Universidad Autónoma de Madrid, ambos hicieron sus tesis doctorales como becarios en Estrasburgo, a comienzos de los años setenta del pasado siglo, con un hijo pequeño y otro que nació allí. Lo que, dice Miras, no fue óbice para publicar en las mejores revistas. Admiradora del país vecino, de su cultura, historia y literatura, fue allí donde inició una carrera investigadora a la que ha dedicado muchísimas horas de su vida, algo que no siempre es bien entendido por la familia. “Mi marido es matemático, y los matemáticos pueden trabajar en cualquier sitio porque se llevan las ideas en la cabeza, pero los que trabajamos en un laboratorio no podemos llevárnoslas. Piensas y luego contrastas, y puede salir mal, fallar el equipo, cortarse la luz o morirse los bichos, es un poco más desesperante? Así que a veces no lo entendía muy bien, en unas ocasiones lo ha llevado mejor y en otras peor. Y los hijos han visto que trabajábamos demasiado para lo que rendía, así que uno es abogado, muy buen escritor, y el otro, ingeniero de caminos”.

En alguna ocasión ha dicho que la influencia de su Galicia natal ha sido fundamental en su vida, en su dedicación.

Absolutamente, absolutamente. Lo único que me da pena es que de las márgenes del río de mi pueblo, de Carballino, de ese lecho majestuoso donde crecía la famosa Osmonda regalis, que tarda tantos años en crecer, está desapareciendo, porque hacen lo imposible para que el visitante pueda acercarse más a esas bellezas y con tanto acercamiento nos estamos cargando todo. Lo veo ahora y me digo, ¡pero Dios mío! si aquí crecían las osmondas, si los brezos llegaban a dos metros de altura y ya no hay nada? Yo viví allí una infancia libre, feliz, y sigo volviendo cada verano. Soy una gallega lacustre, aunque mi abuelo paterno era de Campo de Criptana y el grupo escolar de allí lleva su nombre porque fue un luchador por las escuelas. Por la parte manchega de mi padre procedo de docentes, de defensores del valor del conocimiento, porque sin eso no se va a ningún sitio, y menos ahora. Mi padre era abogado y licenciado en Filosofía y Letras, hizo semíticas con Asín Palacios. En la familia de mi madre, de la zona del Ribeiro, había médicos rurales, empresarios? Eran familias de profesionales.

Hay muchos niveles para entender la vida, y la bioquímica es uno de ellos. Son palabras suyas.

A la bioquímica llegué más tarde, pero yo me defino como neuroquímica o neurocientífica. Estudié Farmacia porque me encantaba la botánica ?soy una botánica frustrada?, y allí estaba; me encantaba la química, y había química, y me encantaba dar un poco de trascendencia a ese conocimiento, buscar algo más, y Farmacia tenía una vertiente de salud que me atraía. Pero llegó la bioquímica y me di cuenta de que era lo que estaba por hacer. Yo veía que todos los Premios Nobel eran para temas de bioquímica. En ese momento era la frontera, lo que había que tratar de comprender, y por eso me fui al Centro de Neuroquímica de Estrasburgo, porque el sistema nervioso era la mayor frontera.

Sus investigaciones están centradas en el cerebro, en el papel de los nucleótidos (compuestos fundamentales en los ácidos nucleicos ADN y ARN), en las conexiones neuronales, específicamente en enfermedades neurodegenerativas como el parkinson o el alzheimer. ¿Nos hemos acelerado demasiado al hablar de la posible curación de estas enfermedades con células madre?

Creo que muchísimo, y hay que mirar las cosas con cierta serenidad y perspectiva. Hay enfermedades que son tan acuciantes que cualquier idea nueva, cualquier posibilidad, es recibida con ansiedad, porque no se le ve una salida inmediata, pero los pacientes y las familias están ahí y la gente se agarra a lo que sea. De las células madre queda muchísimo por conocer, sabemos poquísimo, y dentro de eso, muy poco de los factores que influencian su crecimiento. Nuestras neuronas son nuestras experiencias y los factores de crecimiento que han hecho que cada una de ellas pueda ir a un sitio, conectar bien, formar una memoria estable o desconectar. Y cuando a alguien le implanten células madre en una zona cerebral, si esas células tienen que recuperar sus vivencias, a lo mejor tardan 20 o 30 años en volver a tener una personalidad.

¿Y qué función tienen los nucleótidos en nuestras vidas?

Los neurotransmisores en los que trabajo, los nucleótidos, son moléculas antiquísimas que se han utilizado para todo, entre otras cosas para obtener energía y poder hacer todas las funciones dentro de la célula. Pero cuando empezamos a trabajar vimos que también actuaban fuera de la célula, y lo hacen a través de unas moléculas que se llaman receptores. Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Imagínese que una neurona es una sucursal bancaria compleja como Nueva York y quiere sacar dinero en esa sucursal. Pues el cajero es un receptor, y la tarjeta es el nucleótido que permite sacar dinero o ver los movimientos. Nosotros trabajamos con la tarjeta, que es el nucleótido, y con el cajero, que es el receptor. Hacemos que esa sucursal crezca, sea importante y funcione mejor, y si funciona mal, la cerramos, que sería el equivalente a la muerte celular. Hemos encontrado algunas moléculas específicas que funcionan sobre ellos, concretamente un receptor que se llama P2X1, importantísimo en el funcionamiento del vaso deferente (conducto que transporta el esperma desde los testículos a las vesículas seminales), pero de eso a que pueda ser utilizado farmacológicamente hay un abismo.

¿Es una investigación puramente básica?

Estamos desarrollando una pequeña patente para la enfermedad de Huntington, pero la aplicación inmediata es extraordinariamente difícil porque en todo lo que son enfermedades neurodegenerativas, como el alzheimer y el parkinson, hay que entrar en el cerebro y las sustancias que utilices tienen que llegar ahí. El cerebro está hecho para defenderse contra todo, porque está hecho para adquirir la experiencia del individuo, por tanto no puede haber interferencias, esa experiencia es el individuo. Tú no eres tu cuerpo físico; eres tu cerebro, tus vivencias, y todo está hecho para preservar y guardar. Todo lo que llega a las neuronas pasa filtrado por las meninges; lo que llega al cerebro pasa filtrado por la barrera hematoencefálica, está protegido por otras células para que las vivencias no alteren a las neuronas. Y lo que queremos hacer, lo que quiere hacer la nueva neurofarmacología, es justamente lo contrario, actuar sobre eso. Estamos asistiendo a una proliferación de fármacos extraordinarios cuyos efectos secundarios en algunos casos todavía no conocemos bien.

Hablando del cerebro, usted mantiene que cuanto más se repite una acción, más aumenta la capacidad de recordar. Eso va en contra del tan denostado aprendizaje memorístico.

Es un error, la memoria es esencial en los circuitos del lenguaje, en el aprendizaje. Se ha denostado mucho que los chicos repitan algo, como aquellos famosos poemas que a nosotros nos hacían memorizar de pequeños, pues esas estructuras del lenguaje y la manera de adquirirlo repitiendo, esos circuitos cerebrales y las áreas del lenguaje las desarrollamos hablando. Yo creo que se ha denostado demasiado la memoria y a los niños se les ha puesto a colorear y dos cositas más y pueden hacer muchísimo, recordar y adquirir un lenguaje sólido y hermoso desde el principio. Los niños no son tontos y estamos perdiendo parte del lenguaje siguiéndoles el juego, pero ellos están aprendiendo y no se les puede seguir el juego. Deben aprender bien desde pequeños y hay que enseñarles bien.

El cerebro sigue siendo un gran desconocido, ¿qué es lo más apasionante de las investigaciones actuales?

Yo creo que estamos a la espera de descubrir los grandes circuitos que permitan conocer el procesamiento del lenguaje, cómo se hace el pensamiento creativo, cómo se efectúa el almacenamiento de memoria, porque tenemos ideas muy fragmentarias y escasas. Y hay algo que a mí me fascina por encima de todo, la pregunta: qué nos hace humanos. Cómo en un momento de la evolución pasamos de los grandes monos al humano, cómo adquirimos el lenguaje, la transmisión de la cultura, esos grandes conceptos de amistad, amor, defensa de intereses, generosidad con la tribu, el concepto estético, cómo se desarrolla la capacidad de fabricar utensilios, qué genes han afectado ese desarrollo. En definitiva, qué hizo posible a los humanos, eso es lo que en estos momentos más me interesa.

Hay muchos estudios que mantienen que fue la dieta, las proteínas que posibilitaron un mayor tamaño y capacidad del cerebro de los homínidos?

Hay muchísimos, pero nos falta algo que dé una visión integrada de qué nos hace humanos, cuándo adquirimos los grandes conceptos que nos diferencian de nuestros parientes más próximos. Si sólo fuera la nutrición más rica, también los leones son carnívoros? Yo pienso que hay muchísimas más cosas y no sólo la dieta. Creo que ha tenido que haber situaciones puntuales, y una de ellas es que la parte del cerebro que controla los músculos fonadores está mucho más desarrollada en el hombre que en cualquier otro animal, y hay un gen que justamente ha dado esa diferencia. Las zonas que organizan en el cerebro son las que han sufrido los principales cambios desde nuestros primos-hermanos y queridos primates hasta el hombre.

Un científico, dice usted, es alguien que se dedica a buscar cosas nuevas, a escudriñar la naturaleza y luego a contarlo. ¿Qué ha encontrado escudriñando la naturaleza?

Desde el punto de vista científico, cuando comencé a trabajar en los nucleótidos no figuraban como mensajeros extracelulares y hoy día están hasta en la coagulación sanguínea. Entonces lo hice por pura intuición, nadie creía que podía ser siquiera un neurotransmisor. Fui partícipe del nacimiento de todo eso, soy un eslabón de una parte muy importante del conocimiento; un modesto eslabón, pero un eslabón. Fuimos pioneros en su momento en decir que había receptores para los nucleótidos al mismo nivel que los antiguos como glutamato o acetilcolina. Aportamos también algo en la farmacología de estos receptores cuando no había absolutamente nada, fuimos abriendo camino, un camino que ahora está enormemente desarrollado, pero entonces, hace 25 años, era la frontera del conocimiento.

¿Y a nivel personal?

La investigación me ha enseñado que las cosas se consiguen con esfuerzo, con lucha, y siendo mujer, un poquito más porque no van a regalarte nada. Y también que te permite establecer contacto y amistad a veces con las mejores mentes, y que te respetan en el mundo de la ciencia. Y después, que uno tiene que saber preguntar, porque saber hacer buenas preguntas es lo importante. Y creo, modestamente, que yo las he hecho en un mundo donde en principio no había ni herramientas.

He visto un artículo suyo y de Flora de Pablo, sobre el “grupo de la escalera de Santander”, los fundadores de la bioquímica española, Ochoa, Sols, Grisolía, en el que las mujeres eran invisibles, y en él afirmaban que la carrera de las bioquímicas españolas ha sido como una escalera de caracol, angosta y oscura. Calificaban su motivación en tres apartados: la búsqueda de la propia identidad, un intento de definirse a sí mismas; la historia de una rebeldía, de una pasión por lo desconocido, y la historia de una ayudante eterna y muchas veces resignada. ¿En cuál de las dos primeras se sitúa?

En la segunda, la búsqueda de lo desconocido es lo más apasionante de todo. Pero también en la búsqueda de uno mismo porque al final las dos cosas no son tan distintas.

Cuando habla de la universidad no queda muy bien parada, afirma que muchos buenos investigadores poseen bibliotecas míseras o que se benefician menos de los medios que quienes enseñan con apuntes amarillentos?

¡Jesús!, ¿dónde he dicho eso?

¿No le ha tratado bien la universidad?

He entregado mis mejores años y esfuerzos a la universidad española, he dedicado mi vida a la docencia y la investigación, así de claro. Por todos los sitios donde he pasado he tenido que montar los laboratorios desde cero, y éste de Veterinaria, desde cero absoluto. Hasta este año que nos han cambiado la luz era cortarse un día tras otro y ni siquiera tenía fuerza para los equipos? Nada de lo que está viendo procede de la universidad, nada. Tú vas a Medicina, y hay unos edificios que merecen la pena; en Farmacia hay cierta dignidad, pero también están obsoletos. ¿Estamos adecuándonos a Europa?, pues lo que hay en Europa son buenos laboratorios y un personal auxiliar que tiene títulos, y aquí ni siquiera estamos seleccionando a ese personal auxiliar adecuado para la convergencia europea. No nos damos cuenta de lo que estamos haciendo.

O sea, mucho lastre y poca valoración de sus investigadores.

Hay muchísimo lastre, muchísimo. En la universidad española hay una inercia grande. Yo antes era muy crítica y ahora, viendo las dificultades que tienes que arrostrar para hacer las cosas, empiezo a refrenar algunas críticas o pensamientos porque pienso que el día menos pensado cierro el quiosco? Pero efectivamente no da demasiados alicientes a la gente que trabajamos, la falta de espacio es acuciante, todo es papel y burocracia. Incluso te encuentras en el rectorado a gente magnífica que trata con esfuerzo de ayudar, pero es tanto el lastre, la inercia?

Mantiene que cualquier científico debe ser un buen fabulador, un rebelde, y tener una imaginación portentosa. Pocas veces aplicamos el término fabular a la ciencia, siempre lo relacionamos con las letras y artes.

No, no, es un error; una persona que no tenga imaginación, que no vea más allá, es un técnico de laboratorio. Una persona que va a hacer avanzar la ciencia es la que juega con los elementos que tiene, que los combina de otro modo, que se plantea por qué así y no de otro modo. El laboratorio es una rutina para comprobar, pero para nada en los planteamientos de partida. Y hablo de rebeldía, pero no en el sentido de ponerse un piercing, vestirse de verde o pintarse la cabeza de rojo? Un científico tiene que ser buen fabulador y rebelde porque la ciencia y los datos que hay detrás, los resultados, no son evidentes, hay que imaginarlos. Y eso es fabular.



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