Estudio de D. Pétrov.
Boletín Club Central URSS, 1958.
El lector va a quedar muy impresionado dentro de un rato. Y quizá entonces piense, como le ocurrió en su día al autor de estas líneas, que el ajedrez tiene un componente mágico, la guinda perfecta para sus ingredientes de arte, ciencia, deporte y juego. Las blancas sufren un serio problema: sus dos alfiles están atacados, y además deben vigilar al peón negro. Cierto es que si éste muriese y las torres se cambiaran, el mate con los dos alfiles sería fácil, si uno conoce la técnica. Pero la empresa es ardua y, además, las negras también tienen trucos para dificultarla aún más. De momento, la primera jugada es única: 1 Td8, a2! (causa más molestias que 1... Tf4+ 2 Re3, Ta4 -o bien 2... Tf3+ 3 Re2, y las blancas han salvado los dos alfiles- 3 Af6, a2 4 Ae6+, Rh5 5 Af5, y mate en pocas) 2 A - a2, Tf4+ 3 Re3! (cuidado: 3 Re5, Ta4 4 Ab3, Tb4, y tablas, porque las blancas pierden un alfil) 3... Ta4 4 Ab3, Tb4 (hasta aquí hemos llegado, y la situación parece igual que en la variante 3 Re5: las blancas pierden un alfil, y tablas; pero hay una sutil diferencia, que se aprovecha con un asombroso golpe) 5 Td4+!! (a los signos convencionales de la notación del ajedrez habría que añadir uno de tres admiraciones, o incluso de cuatro, para jugadas como ésta; o mejor dicho, para ideas como la que ahora vamos a admirar) 5... T - d4 6 Ae7!! (lo dicho, pura magia: la torre no dispone de una sola casilla de salvación) 6... Tf4 (si 6... Td7 7 Ae6+, ganando) 7 Ae6+, Rg3 (o bien 7... Tf5 8 Re4, y cae la torre) 8 Ad6, y las blancas darán mate con sus dos alfiles. Correspondencia: ajedrez@elpais.es
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de febrero de 2007