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CARTAS AL DIRECTOR

Dirigentes del mundo

Procuro ser realista, pero sin perder de vista lo utópico; de este modo, ni caigo en el conformismo (las cosas son así y no hay nada que hacer) ni me convierto en un quijote. Por eso entiendo que los gobernantes no son ciudadanos corrientes, y admito que se les trate de modo especial. Pero de ahí a que se erijan en una especie de divinos hay cinco pueblos (como se dice coloquialmente).

Resulta que nuestros gobernantes también cometen delitos, algunos de ellos bien gordos; es el caso de las declaraciones de guerras (que no son sino genocidios no decretados tales por la comunidad internacional) "para salvaguardar los intereses estratégicos de sus pueblos", incluso de sus empresas o de las de sus amigos. Una de las frases que suelen decir es "la historia me juzgará". Y los más iluminados, mejor dicho, osados, "la historia me dará la razón", o, directamente, "me lo agradecerá".

El caso es que esta señora Historia (si no una especie de tribunal de justicia), personalmente, no sé quién es, ni cuándo ni dónde toma tan trascendentales decisiones. Por lo que, mientras ocupen sus cargos, aguanto que semejantes alegatos les eximan de comparecer ante los tribunales terrenales y temporales que nos rigen a todos; pero una vez dejan el sillón, habría que imputarlos por todos los indicios de delitos y crímenes que planeen sobre ellos: no dejar el trabajo en manos de la Historia, porque su sentencia jamás la conoceremos ni se ejecutará.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de febrero de 2007