"TIENES QUE encontrar un color propio, y no conformarte con el papel tradicional de los instrumentos en la orquesta". Con exquisito tacto, pero sin falsos rodeos, Kaija Saariaho daba su opinión sobre las partituras que le mostraban los alumnos de composición del Conservatorio Superior de Música del Liceo. "¿Por qué cambias tanto de compás", pregunta a uno de ellos: "Tu pieza tiene detalles bonitos, pero no acaban de estar bien desarrollados porque creas expectativas en el oyente que no tienen la continuidad que se espera". Brinda consejos útiles sobre cuestiones puramente técnicas, sobre el desarrollo formal de cada pieza, sobre el grado de dificultad que puede pedirse a los instrumentistas. E insiste en la necesidad de reflexionar sobre cada nota que se escribe, de escoger un camino tras haber desechado otros. "Es esencial ponerse en la piel del oyente cuando escribes música. Si oigo una obra aburrida, pienso qué podría hacer para que no lo fuera mientras la escucho". Y cuando le preguntan si cree que al escuchar su música se puede notar que está escrita por una mujer, responde como un rayo: "¿Se nota en mi música que soy zurda? El único reto es escribir música interesante".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de febrero de 2007