En los Oscar coexisten dos carreras: la de los premios y la de la alfombra roja. Los premios permanecen, ya se sabe, pero el paseo de las estrellas con sus espectaculares modelitos se fija obstinadamente en la memoria. Cada año, los Oscar pasan como un ciclón por el mundo de la moda y las tendencias y la lucha por vestir a las actrices ya forma parte de una tradición. El libro Made for each other, de Bronwin Cosgrave, analiza cómo ha crecido en los últimos tiempos este rentable pacto entre Hollywood y las grandes casa de moda.
Como siempre, y hasta el último minuto, nada está confirmado. Los mejores estilistas de Hollywood negocian con actrices y firmas los vestidos y joyas que lucirán. Meryl Streep debería vestir de Prada -en honor al personaje por el que ha sido nominada este año- pero quizá el chiste no sea del agrado de la temperamental directa de la casa, Miucca Prada.Rinko Kikuchi, actriz secundaria por Babel, se ha convertido en una de las mujeres favoritas de Karl Lagerfeld, director creativo de Chanel (Penélope Cruz siempre acierta con la alta costura de la casa parisiense). Los diseñadores europeos suelen barrer a los estadounidenses, pero este año es probable que más de una actriz vista de Marchesa, la firma de Karen Craig y Georgina Chapman se ha convertido en referencia entre actrices como Sienna Miller o Renée Zellweger.
De momento, las actrices disfrutan de suculentos regalos sólo por ser candidatas y que van desde estancias en los mejores spa a lotes con todo tipo de productos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de febrero de 2007