La retirada del título de Miss a una mujer por incumplir las normas de un concurso de belleza (tener un hijo) y la sentencia del Tribunal Constitucional legitimando el despido de una profesora de religión por no seguir las normas de su credo (estar divorciada), han desencadenado un debate público sobre derechos que, en mi opinión, soslaya el fondo del asunto.
En el caso de las clases de religión, el problema no es quién contrata, quién paga o quién elige, sino su propia existencia, carente de sentido en un sistema público de enseñanza.
En el caso del concurso de belleza, se trata de otro tipo de culto, el del cuerpo, en el marco de operaciones comerciales que poco tienen que ver con las discriminaciones entre sexos o el apoyo a la maternidad. Emocionalmente me siento solidaria con las personas afectadas, pero racionalmente me pregunto, ¿cómo se legislan los desatinos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de marzo de 2007