Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
COLUMNA

Inocencia

Detesto la nostalgia paralizante y ni en el peor de mis momentos creo que los tiempos pasados fueron mejores. Pero por otro lado tengo la sensación de que, en las últimas décadas, la realidad mundial ha cambiado tanto, y el tiempo ha mordisqueado tan furiosamente la integridad de las cosas, que hemos sufrido algo así como una pérdida monumental de la inocencia.

Lo noto sobre todo cuando veo películas de hace más de ocho años. Basta con que en la pantalla de tu televisor aparezcan las Torres Gemelas de Nueva York en un filme para que sientas el escalofrío de lo perdido. Es decir, echas de menos lo que por entonces no sabías, porque la inocencia en definitiva es ignorancia. Y entonces no sabías de determinados odios, determinados peligros, determinados miedos. Todo eso se nota en las películas, en las historias que te cuentan, que, por graves y trágicas que sean, parece que tienen una ligereza especial, porque carecen de esa pesada pena negra que ahora acarreamos a las espaldas.

Tal vez sea algo que suceda en la vida de todas las generaciones. Pero desde luego el siglo XX y lo que llevamos del XXI han sido tiempos brutales para los inocentes. Tiempos de violación constante de la esperanza. La guerra del 14 cambió los parámetros de la decencia bélica e introdujo en las trincheras las armas químicas; el genocidio nazi hizo realidad el infierno en la Tierra; las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki rubricaron nuestra capacidad infinita para hacer daño, y las atrocidades de los soviéticos, jemeres rojos y demás acabaron con el ensueño revolucionario. Se diría que en los últimos 100 años el mundo ha sido un poco más brutal y más deshonesto cada día. Lastrada y tal vez equivocada (ojalá) por estas memorias, últimamente me acongoja, por ejemplo, ver lo crecido que está el entorno etarra, y cómo Otegi pide ahora que salgan otros presos, y cómo exige Navarra. Quisiera poder entender al Gobierno, quisiera creer que todo esto es bueno, quisiera estar segura de que nadie está comprando a ETA para que saquen un comunicado de (supuesta) paz justamente 15 días antes de las elecciones. Por una vez en mi vida, quisiera volver a ser inocente. O sea, ignorante.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de marzo de 2007