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Crítica:FERIA DE FALLAS

Renace El Califa

La corrida de la familia Flores fue variada en todo, en presencia y juego. Hubo un toro de muy notable juego, el primero, otro vibrante, el cuarto, y un tercero dócil y noblón, el sexto. No es, en conjunto, una mala nota para un lote que tuvo toros de evidente mansedumbre: segundo y tercero.

El vibrante cuarto, que apretó en una primera vara, manseó en la segunda y llegó descompuesto en banderillas, tenía su aquél. Toro de llegada al público. Por su motor. Por su movilidad. De calamocheo molesto y algo distraído. Toro, en definitiva, de cara o cruz. De esos que ponen la plaza boca abajo y tienen recompensa si hay respuesta del torero. Y la hubo. Le plantó cara El Califa nada más abrirse con la muleta. Tiró de él sobre la derecha, sorteando los cabezados. Una vez la muleta en la izquierda, lo sometió. El toro, que puso precio a su cabeza, se tragó las tazas que El Califa le obligó a tomar: muleta muy abajo, imponiendo gobierno a cada natural. Fue toro de voy, quiero y puedo. Fue, quiso y pudo El Califa. La estocada sin puntilla final puso un buen remate a tan espectacular trabajo.

Flores, López Flores / El Califa, Encabo, Sánchez

Toros de Samuel Flores, 1º, 2º y 4º, y Agustina López Flores. Desiguales de presentación. Corrida mansa en general. Bueno el primero, vibrante el cuarto. El Califa: vuelta y oreja con petición y dos vueltas. Luis Miguel Encabo: silencio tras aviso y silencio. Tomás Sánchez: silencio y palmas tras aviso. Plaza de Valencia, 12 de marzo. Cuarta de feria. Algo más de media.

Con el primero, el más completo de la tarde, El Califa dejó sobre la izquierda los momentos más logrados. No hubo tanto acople con la derecha. Falló el planteamiento, pues cuando mejor lo estaba haciendo sobre el pitón bueno del toro cambió de mano y se dispuso con la derecha. La faena, entonces, se quedó a mitad de edificar.

Encabo sorteó un rebrincado y sin entrega segundo y un gazapón molesto que salió quinto. Salvó la papeleta con sobrada profesionalidad.

Para Tomás Sánchez fue el manso de la tarde, el tercero, que viajó a terrenos de toriles sin atender a nadie. Vivió y murió ese toro en mundo ajeno. En el sexto, dócil, mantuvo un digno nivel. Y en banderillas se mostró firme.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de marzo de 2007