Mauro Pilaquinga es ecuatoriano. Lleva en España desde 2000. Desde entonces se prostituye. "Porque no tenía papeles me tocó hacer esto", dice, resignado. Tiene cuerpo de mujer pero se siente hombre, y como tal vive. Mauro no comparte el punto de vista de las compañeras que mantienen que desean ejercer la prostitución, que lo prefieren a otros trabajos. "A mí no me gusta dedicarme a esto. Los clientes me tratan mal, me humillan, no me pagan. Quiero dejarlo, por mí, por mi familia, pero no puedo. Intento encontrar otro trabajo, pero nadie me da una oportunidad".
Muchos transexuales se ven forzados a ejercer la prostitución. La falta de concordancia entre papeles y aspecto retrae a muchos empresarios a la hora de contratarlos. Mauro exige del Gobierno ayudas económicas. "A ver si es verdad que me ayudan a salir de esto, que me ayudan a encontrar un empleo. Porque cada vez que voy a pedir trabajo y me ven con este nombre, esta voz y estas tetas, no hay manera". Pero también defiende que se garanticen los derechos de quien libremente quiera ejercer la prostitución.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de marzo de 2007