Había tanto detrás de aquella mirada que apenas logro pasar una hora desde entonces sin recordarla. El domingo 11 de marzo acudí a una de las muchas concentraciones que se produjeron en todo el país con motivo del aniversario de la masacre de Madrid. Y allí, en lo alto del templete estaba ella.
Ella era la madre de Silvia, la niña asesinada por ETA en Santa Pola en el año 2002. Permanecía erguida y digna, sin poder yo comprender cómo es capaz. Miró a mi hija Elvira, de 5 años, en varias ocasiones, recordando seguro a su Silvia y preguntándose por enésima vez por qué. Habló con tanto coraje y fuerza, que sus palabras resuenan en mi cabeza sin parar.
No soy de las que se manifiestan o se concentran con frecuencia. De hecho, asistí por casualidad, pero ante aquella mirada, aquellas palabras y aquella dignidad, fui consciente de la importancia de todo nuestro apoyo, de la importancia de estar ahí cuando hay ocasión.
Creo que de todo ese apoyo ha de sacar ella y todos los demás la fuerza para seguir luchando.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de marzo de 2007