Una lluvia de balas cayó como un chaparrón amargo el pasado miércoles sobre uno de los barrios más turísticos de Nueva York, el West Village, donde un tiroteo que se saldó con la muerte de cuatro personas resucitó el recuerdo de un pasado de violencia que la ciudad creía haber enterrado.
Dos jóvenes de 19 y 28 años que trabajaban como policías voluntarios, sin sueldo y sin armas, un camarero y el asesino de los tres fallecieron entre las nueve y las diez de la noche en las concurridas calles del Village neoyorquino, a pocas manzanas de la pastelería Magnolia, internacionalmente célebre por la serie Sexo en Nueva York.
La calle Bleecker, donde la sucesión de tiendas y restaurantes aparece entre las principales recomendaciones de las guías turísticas de la ciudad, se convirtió en el escenario de los crímenes, que arrancaron en la pizzería De Marco. Un hombre identificado como David Garvin, con una barba postiza y una bolsa, en la que más tarde se encontraron dos pistolas y más de cien balas, entró en el local y comenzó a hablar con el camarero, el joven de 26 años Romero Morales.
Minutos después, Romero caía fulminado por 15 balazos sin que aún se sepa el móvil del crimen. Su asesino se cruzó en su huida con Nicholas Pekearo y Yevgeny Marshalik, dos policías voluntarios que comenzaron a perseguirle. En medio de su carrera, Garvin se dio la vuelta y disparó contra ambos agentes, que no iban armados ni tenían chalecos antibalas. Garvin finalmente fue abatido a balazos por dos policías en lo que el alcalde, Michael Bloomberg, calificó como "una noche horrible para Nueva York y para nuestro cuerpo de policía".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de marzo de 2007