Tres coreografías, tres estilos, tres paisajes distintos de la danza española de hoy. La compañía, renovada en gran parte, luce bastante homogénea, empastada y con carácter, lo que ayuda notablemente a sacar adelante el empeño. El mejor trabajo, el más equilibrado, resulta Dualia, pieza central de los jóvenes y muy talentosos Rojas y Rodríguez, que han vuelto a la senda de lo que mejor saben hacer. Ellos, desde el comienzo de sus carreras, han trabajado con José Antonio y se nota lo bien aprendido.
La pieza de apertura, a pesar de su corrección innegable, resulta plana y poco teatral. Es un baile que peligrosamente se arrima al efecto por el efecto. El cierre de Canales da una sensación diferente que probablemente es intencionado en su a veces caótico desarrollo, apuntando aquí y allá las características de su autor, pero sin cuajar, sin pulimento. Canales es un gran artista. Eso no se duda, pero al parecer, en todas sus últimas obras, ha iniciado búsquedas infructuosas que le alejan de sus mejores creaciones y estilo. Tanto los diseños de trajes de Sonia Grande para Caprichos como los de Rosa García Andújar para Dualia resultaron atinados y estaban meritoriamente hechos. Los de Ivonne Blake para Cambalache eran un despropósito cromático y estilístico hasta el punto de tener una enorme responsabilidad en que la pieza no gustara.
Ballet Nacional de España
Caprichos: Fernando Romero /Juan Manuel Cañizares y Juan José Amador; Dualia: Ángel Rojas y Carlos Rodríguez / José Nieto; Cambalache: Antonio Canales / Livio Gianola. Teatro de La Zarzuela. Madrid, 15 de marzo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de marzo de 2007