Después de 118 años de historia, el Partido Socialdemócrata sueco ha elegido una mujer como líder. Mona Sahlin no es precisamente una desconocida. Tiene una dilatada carrera política pese a que aún no ha cumplido los 50. Ha sido la diputada más joven del país escandinavo, ocupado varias carteras ministeriales y ejercido como viceprimera ministra hasta que tuvo que dimitir cuando trascendió, en 1995, que había utilizado una tarjeta de crédito oficial para pagar unas compras privadas de ropa, pañales y chocolatinas y no haber abonado unas multas de tráfico. Restituyó el dinero, pero se retiró de forma temporal en un gesto muy calvinista y común en la clase política de las sociedades del norte de Europa, pero poco frecuente en las meridionales.
Suecia pasa por ser una de las naciones más igualitarias y menos discriminatorias en materia de sexos. Sin embargo, las riendas del Gobierno son cosa de hombres. Palmer, Carlsson y Persson ilustran la historia de la socialdemocracia sueca, que ha gobernado durante 65 de los últimos 74 años. El pasado septiembre, un joven político conservador, Fredrik Reinfeldt, derrotó a Persson, con un programa tímido de rebaja de impuestos, recorte de subsidios de desempleo y privatizaciones de algunas empresas públicas. Todo eso no significa en cualquier caso acabar con el modelo de bienestar social sueco.
De no haber sido asesinada en condiciones tan trágicas en 2003, Anna Lindh, la entonces ministra de Exteriores, podría haber sido el relevo de Persson antes que Sahlin, que es una mujer que despierta recelos por su ambición dentro del partido. Sahlin quiere renovar su formación, hacerla "más alegre" y apostar por las energías renovables.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de marzo de 2007